Globalización y posibles alternativas

En la línea de Marx, podemos decir que un nuevo fantasma recorre, no sólo Europa sino, el mundo entero. Es la globalización: concepto escurridizo que anda en boca de todos. Sin embargo, no encontramos cierto consenso, ni tan si quiera académico, sobre que es aquello a lo que se refiere. Estoy de acuerdo con Ulrich Beck cuando dice que “globalización es a buen seguro la palabra (a la vez eslogan y consigna) peor empleada, menos definida, probablemente la menos comprendida, la más nebulosa y políticamente la más eficaz de los últimos años” (Beck 1998:40).
Se hace necesario, pues, indagar en ella con el objeto de esclarecer aquello a lo que remite la globalización. Emprendamos el camino, aún a sabiendas de que nuestras conclusiones serán solo parciales e imprecisas.

La globalización se hace ilegible si no tenemos en cuenta los procesos más vastos en los cuales aparece: el capitalismo, y el imperialismo inherente a este. En primer lugar, es necesario tener una cosa clara: prefiero hablar de globalizaciones antes que de globalización. En los procesos complejos los plurales son más ricos que los singulares. Si aceptamos que nos encontramos ante un proceso complejo, al hablar de una única globalización nuestro acercamiento tendrá el peligro de ser deficiente. De esta forma, tendremos en cuenta las diferentes dimensiones de la globalización, a saber: económica, política y cultural. Aunque estos tres campos de la realidad social se encuentran en intima relación[1] presentan aspectos y particularidades únicas.

Un aspecto “polémico” en torno a la globalización es la determinación de su comienzo. ¿Es ésta un proceso que se inicio a la par del capitalismo allá por el siglo XV (Wallerstein 2005)? ¿O, por el contrario, es un proceso sólo característico de las últimas décadas? Bajo mi parecer, ambas posturas podrían ser plausibles. Si nos acercamos desde la larga duración podemos apreciar como aquello que, en un principio era local (una economía capitalista, una democracia liberal y una cultura europea), a lo largo de los últimos siglos se ha convertido en global. Esta seria, precisamente, la definición menos compleja de globalización: ciertos procesos locales (ya sean económicos, políticos y/o culturales) se expanden hasta convertirse en globales. Sin embargo, si defendemos que la globalización simplemente es un proceso histórico de larga duración, estaríamos ignorando todos los procesos actuales, dejando de lado aquello que de novedoso presenta la época presente en torno a este concepto.

Así, aceptando que hubo una primera globalización al calor del capitalismo, pondremos la atención en los aspectos novedosos de nuestro tiempo, en aquello que hace de hoy una época de incertidumbre (Bauman, 2007).

Globalización económico-política

La actual globalización económica no puede ser entendida sino tenemos en cuenta la presencia de las políticas neoliberales surgidas a principios de los 80. Estas políticas se han caracterizado, principalmente, por una desregularización de la economía, una fe ciega en el libre mercado y unas privatizaciones de todo aquello que era público. La implantación de estas políticas a lo largo y ancho del sistema capitalista ha posibilitado una economía tremendamente globalizada donde cada vez más las empresas transnacionales se convierten en uno de los actores principales de la economía. Podemos decir que más que nunca nos encontramos ante una internacionalización de la economía.

Junto a estas políticas neoliberales hemos visto la creación, en las últimas décadas de diferentes instituciones económicas planetarias, tales como el FMI, la OMC, y el BM (también encontramos instituciones políticas como por ejemplo la OTAN). Instituciones estas, supuestamente imparciales en la regulación de la economía mundial. Y digo supuestamente porque en la realidad funcionan como sustento y legitimación del orden operante, del imperialismo estadounidense. Es aquí donde toma sentido la esfera política.

Para acercarnos a ésta, nos será de gran ayuda el concepto de hegemonía (Wallerstein, 2005). Históricamente, en el sistema-mundo capitalista encontramos un Estado-nación que se ha elegido como hegemónico. Así, esta potencia hegemónica logra establecer las reglas que marcan la dirección de la economía-mundo. Los EEUU, como la actual hegemonía (aunque inexorablemente en declive), utiliza tales instituciones en función de sus intereses. Este carácter hegemónico de EEUU también nos ayuda a comprender su postura política internacional, basada en el unilateralismo y su auto-reconocimiento como “referente de la humanidad”.
Es en esta dimensión económico-política donde aparece el carácter ideológico de la globalización. Ésta, a través de sus políticas neoliberales, es concebida como la única alternativa posible de la realidad actual, como la única “receta” que pueden seguir los Estados. Con éstos, los Estados, llegamos a otro punto interesante de la globalización. En ella éstos se vuelven marginales en el aspecto económico-político. Ahora bien, no debemos confundir esta marginalidad con incapacidad, porque precisamente fueron los Estados los que impulsaron estas políticas. Una característica importante a resaltar referente al estado es su actual crisis política, la perdida de legitimidad de la democracia liberal.

Globalización cultural

Una vez tratados los aspectos económico-políticos de la globalización, ha llegado el turno de adentrarnos en la dimensión cultural de ésta. Si realizamos una reflexión rápida y superficial sobre este aspecto lo más tentativo seria concluir que las diferencias entre las culturas están desapareciendo, esto es, que las culturas se tornan homogéneas, que la american way of life se propaga de forma inevitable por todo el planeta. Mas, en esta reflexión, es importante y necesario no reducir la cultura a productos culturales. Que ciertos objetos culturales se encuentren diseminados por las diferentes culturas no significa que los seres humanos seamos cada vez mas iguales, ni que nuestras significaciones sobre la vida (bajo mi parecer este es el aspecto relevante de la cultura) sean las mismas. Nada más lejos de la realidad, ya que con la “agresión” de las políticas neoliberales se produce un doble proceso identitario: por un lado, hay un debilitamiento de ciertas identidades y por el otro, encontramos un reforzamiento de éstas. ¿Qué es lo que caracteriza a este proceso? Principalmente, en que una de las identidades que ha presentado mayor importancia, la nacional, pierde presencia a favor de identidades locales y regionales. Esto es, la comunidad nacional, tan relevante en los presupuestos de la modernidad, de cierta forma se difumina (no obstante, es paradójico como están surgiendo nacionalismos del pueblo, un nacionalismo de resistencia[2]).

Un proceso que ayuda a este cuestionamiento de la identidad nacional son las migraciones. Aunque la presencia de éstas no sea una característica exclusiva de los tiempos actuales si podemos apreciar que “desde 1945, y especialmente desde los años 70, se ha producido un aumento de los movimientos internacionales de población que abarca todas las zonas geográficas” (Castles 1997: 2). Esta movilidad poblacional tiende a romper las barreras territoriales nacionales.

Por ultimo, en un intento por terminar de caracterizar al tiempo presente son relevantes tres circunstancias que se dan hoy día: a. la gran precariedad laboral de nuestros días (Beck, 2000), b. la crisis ecológica, o más bien la conciencia global de dicha crisis; c. el incremento de las desigualdades socio-económicas, aspecto relacionado con el carácter de exclusión propio de la globalización (De Sousa Santos, 2001).

¿Hacia donde ir? Posibles alternativas

Como hemos visto, la globalización se representa por un lado, como la pérdida de autonomía de una nación para regular su economía y por otro, como el surgimiento de una economía mundial que hace imposible cualquier intento de salir de la lógica reinante. Pues bien, entre estos extremos es donde deben surgir las diferentes alternativas posibles. Pondremos el énfasis en los aspectos económico-político ya que a mi parecer éstos determinan la esfera cultural. No olvidemos que el capitalismo, un sistema económico, se ha convertido en un sistema social.
Antes de entrar en los posibles senderos emancipadores, creo importante rescatar dos conceptos que nos ayudarán a entender en mayor amplitud las posibilidades existentes. Me refiero al par centro/periferia. Establecido en los años 50 por los académicos de la CEPAL, y rescatado más tarde por los teóricos del sistema-mundo, estas categorías nos remiten a la naturaleza del capitalismo. Así, el centro fue siempre el que marcó las reglas del sistema y el que dirigía la dirección de éste. Por el contrario, la periferia siempre ha estado sometida, saqueada y sumisa. Por esta razón, y como estamos comprobando en los últimos años en América Latina, es la periferia la que tiene las mayores potencialidades, la capacidad contrahegemónica, para comenzar a esbozar estas alternativas tan deseadas.

Como sostenía Braudel, el capitalismo no es, precisamente, una economía de mercado sino, antes bien, el antimercado. Claramente, pues, se hace urgente volver a un mercado “otro” ya que éste es necesario. Es imperioso otro sistema de producción que sea capaz de ser más equitativo y redistributivo. ¿Qué medidas tomar para lograr esa economía “otra”? En primer lugar, los Estados-nación deben volver a sujetos activos de sus economías, a convertirse en los reguladores de ésta: subsidios, reformas agrarias, reducción de las privatizaciones,… (aquello que, precisamente, estamos observando en países como, por ejemplo, Bolivia y Venezuela). Una vez emprendido este camino, sería pertinente crear sistemas alternativos de producción. A mi parecer, dichos sistemas deben de converger en un aspecto: la comunidad, lo cooperativo. Así, la creación de pequeñas redes (para paulatinamente irse expandiendo) puede ser uno de los primeros pasos de una economía más humana, más personal.

En otro sentido, es necesario cuestionarse la figura del Estado-nación como única institución legítima para llevar a cabo el proyecto democrático. Porque, como decíamos antes, la credibilidad en la democracia liberal participativa esta en bancarrota. Es hora de re-configurar que es eso a lo que llamamos democracia. Mediante este re-pensar lo democrático sería posible nuevas formas de experimentar lo político (un ejemplo de esta nueva democracia participativa serían los caracoles neozapatistas).

Por otro lado, nos es imposible desdeñar la gran cantidad de movimientos sociales que surgen alrededor del planeta, aunque en especial en América Latina (así tenemos a los piqueteros argentinos, el Movimiento Sin Tierra de Brasil, los movimientos indígenas de Bolivia y Ecuador o los propios zapatistas mexicanos). Se precisa afianzar y propagar la luz que ofrecen estos movimientos. Son éstos los que pueden hacer que lo local se torne en global, sirviendo de ejemplo para otras luchas sociales.

Un aspecto obvio, pero no por ello menos importante, que apremia ser solucionado es las magnas desigualdades socio-económicas que crecen de forma exponencial con las políticas neoliberales. No es posible la actual situación mundial donde unos pocos individuos reúnen una cantidad de riquezas mayor que naciones enteras. Una medida sencilla sería que estos ricachones pagarán un impuesto redistributivo en función de sus inmensas posesiones. Además no olvidemos que son estas desigualdades las que fuerzan las mayorías de las migraciones existentes hoy día.
Para finalizar, expresar que hoy más que nunca somos conscientes de que otro sistema social, que no sea el capitalista, es posible. Como bien nos recuerda Samir Amin, el capitalismo está senil, a puntito de morir. Su grado de insostenibilidad es tan alto que se hace imposible su continuidad por mucho más tiempo. Por esta razón se avecinan momentos de lucha y caos. En nuestras manos está hacer de este mundo un lugar un poco más humanitario y humano.

[1] Dada la relación existente entre las dimensiones económica y política, se realizará su análisis de forma conjunta.

[2] Esta idea se puede apreciar con claridad en la actual situación mexicana en torno al petróleo, donde el pueblo enfatiza dicho nacionalismo para impedir la reforma energética de Pemex.

Bibliografía
- Amin, S. (2002). Capitalismo senil. La Jiribilla.
- Bauman, Z. (2007). Tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbre. Tusquets. México.
- Castles, S. (1997). Globalización y migración: algunas contradicciones urgentes. Discurso inaugural de la reunión del Consejo Intergubernamental del MOST.
- De Sousa Santos, B. (2001). Nuestra América. Reinventando un paradigma subalterno de reconocimiento y redistribución. Revista Teoría, cultura y sociedad. nº18.
- Beck, U. (1998) ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización. Paidós. Barcelona.
- Wallerstein, I. (2005). Análisis del sistema-mundo. Siglo XXI. México.

Ruinas mayas de Chiapas

Para que no se olviden del rostro de uno y a la vez conozcan lugares y gentes nuevas (aunque sea en fotos en formato digital) por aqui os dejo algunas fotitos del bello México. Exactamente es en el estado de Chiapas, al sur del país.


Bien mojadito en Palenque


Palenque. Manolín, Elly y Juanp.

Bonampak, Manolín y yo.

Bonampak, famosa por sus pinturas. Juanp, Manolín, y JuanRamón.

La Inversion española en México: reconquistando en tiempos ¿postcoloniales?

Justificación

Las políticas neoliberales aplicadas a partir de los años 80 en todo el sistema capitalista traen consigo ciertas medidas a tomar. Entre ellas la apertura de las fronteras nacionales a la inversión extranjera. Así, el capital español ha derribado sus fronteras peninsulares para introducirse en América Latina desde finales de los años 90 hasta nuestras fechas. Con el inicio del nuevo milenio, que coincidió en México con la toma del poder por parte de PAN, la inversión española a puesto sus miras, con especial interés, en México (con un total de 2740 empresas españolas operando el pasado año[1]), tornándose éste en el país preferido para dicha inversión. Esta coyuntura se une a tres circunstancias relevantes, a saber: la primera: el año 2007 fue record en la inversión extranjera directa en América Latina, donde México fue el segundo destino preferido por los inversionistas extranjeros, tras Brasil[2]. La segunda es el acuerdo global de Tratado de Libre Comercio que corroboraron México y la Unión Europea (TLCUEM) en el año 2000, convirtiéndose, de esta manera, México en el único país, junto a Brasil, con este carácter[3]. Y por último, y en esta misma línea, México adquirió el status, en el pasado mes de mayo, de “socio estratégico” de la Unión Europea[4]. Dadas estos argumentos, se hacen necesarios y pertinentes estudios que intenten desentrañar los pormenores de esta inversión española en México.

Introducción

“La lluvia que irriga a los centros del poder imperialista ahoga los vastos suburbios del sistema. Del mismo modo, y simétricamente, el bienestar de nuestras clases dominantes --dominantes hacia dentro, dominadas desde fuera- es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una vida de bestias de carga”. Estas líneas pertenecen a la introducción del gran libro de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina. En este pequeño párrafo se concentran las palabras que han conformado, y conforman, la historia de América Latina: poder, imperialista, sistema, clases dominantes y dominadas, condenadas,…. Es esta la realidad latinoamericana desde que el capitalismo emergió como el terrible monstruo convertido hoy día. Sin embargo, hemos pasado de una dominación clara, soberana y violenta (propia de los tiempos coloniales) a una dominación mucho más sigilosa donde ya no es necesaria una ocupación del territorio para ejercer el imperialismo.

La condición estructural latinoamericana dentro del capitalismo ya la advirtieron en los años 50 los académicos de la CEPAL. En la periferia del sistema, la región lleva siglos a expensas de la depredación del centro. No obstante, encontramos coyunturas históricas donde el imperialismo propio del capitalismo se hace más palpable y manifiesto, al par que va mutando hacia otras manifestaciones. La actuación del capital español en América Latina durante los últimos quince años es un ejemplo de dicha coyuntura. Para mostrar de una forma diáfana esta situación, pondremos la mira en la inversión directa española en México, país que en los últimos diez años se ha convertido en el referente por excelencia de las empresas españolas. Mas antes de entrar en la actual situación, echemos la vista atrás para así comprender mejor como hemos llegado hasta esta relación méxico-española.

México y España: sembrando el camino neoliberal

Las políticas neoliberales, expandidas por todo el sistema capitalista desde los primeros años de la década de los 80, tornaron las relaciones económicas más internacionales que nunca. Estas políticas ponían el énfasis en tres aspectos principales: la desregularización de la economía, la creencia ciega en el libre mercado y la privatización de recursos que antaño estaban bajo la tutela del Estado. Esta “pócima mágica” se decía que era la única alternativa posible (TINA[5], “There is no alernative”) ante la realidad económica. Esta manera de entender la economía fue rubricada y enfatizada con la firma del Consenso de Washington, llevada a cabo en 1989, concebido como el mejor programa económico que los países latinoamericanos debían aplicar para impulsar su crecimiento.

Es el turno de fijar nuestra atención en el discurrir del neoliberalismo acontecido en España. El país, que a principios de los 80 llevaba a penas cinco años de dejar atrás un régimen dictatorial de alrededor de cuarenta años regido por la autarquía (Durán Herrera, 2006), tenía pretensiones de convertirse en un país central, o al menos semiperiférico, del capitalismo. Para ello, tuvo que incorporarse en 1986 a la Comunidad Europea (CE), bajo el mandato de Felipe González. Este nuevo mercado donde se insertaba España, en la línea neoliberal, requería procesos de liberación económica por parte del gobierno español. Entre ellos la facilitación de la inversión extranjera para las empresas españolas. Al mismo tiempo, y en perfecta concordancia con la lógica europea, “en el Estado español se produjo en esos años una sucesión de fusiones, reestructuraciones y privatizaciones que hizo que las empresas del país crecieran en tamaño y capital y pudieran estar en disposición de lanzarse a competir en otros mercados[6] ”. De esta forma, a principios de los años 90, el capital español tenía la oportunidad “soñada” de romper las fronteras peninsulares.

Al par que sucedían estos procesos en España, México, en su intento de no perder el tren de la globalización económica, comenzaba con su apertura económica. Los primeros indicios de medidas neoliberales los podemos ver con el gobierno de De la Madrid, aunque será en el sexenio de Salinas de Gortari, a partir de 1988, cuando estas medidas serán más profundas y aceleradas. Estas medidas llevadas a cabo obedecían en gran medida a la crisis de 1982, donde se agotó la credibilidad en el régimen de sustitución de importaciones. Esta apertura económica al exterior se vio ratificada cuando “en 1985 se inicia el desmantelamiento de los aranceles y en 1986 se accede al GATT; firmándose más tarde una serie de tratados comerciales con diversos países[7]”. Pero es a principios de la década de los 90 cuando se producen dos acontecimientos que, de forma definitiva, preparan la entrada del capital extranjero a México: el primero, en 1993, cuando se firma la nueva ley de inversión extranjera; el segundo con el refrendo, en 1994, del TLCAN[8]. Recordar, que el de México no es un caso aislado dentro de la lógica neoliberal que “inundó” América Latina en la década pasada, ofensiva caracterizada por las continuas privatizaciones y el recorte en el gasto social (Busto Mauleón, 2005).

Como podemos apreciar, los procesos acontecidos en ambos países guardan estrechos paralelismos formales y temporales. No obstante, encontramos una diferencia realmente decisiva, a saber: que uno, España, derribaba sus fronteras para que el capital saliera; el otro, México, para que dicho capital entrara. Esta divergencia será la que haga posible la relación económica de ambos países.

La figura de las trasnacionales como abanderadas de la IED

La Empresa trasnacional (ETN) se ha ido convirtiendo, tras la Segunda Guerra Mundial, en uno de los principales actores de la economía globalizada. Según la definición clásica de John Kenneth Galbraith (1967), la ventaja de las empresas transnacionales consiste en dos rasgos fundamentales: en el aprovechamiento de las asimetrías entre el país de origen y los países receptores de la radicación de capital y en la expansión de sus actividades al sector financiero. Asimismo, el objetivo principal de las ETN es la reducción de costes, o hablando en términos capitalistas la maximización de los beneficios. Para ello, estas ETN no dudan en buscar lugares donde las condiciones de producción sean más óptimas, en el sentido de una mano de obra más barata y unas restricciones menos severas en el plano ambiental. Esta búsqueda de nuevos lugares para acumular capital, lleva a las ETN a incidir en las políticas de los diferentes gobiernos y de las instituciones internacionales (FMI, OMC, BM).

¿Cuál es el camino preferido de las ETN para alargar sus “tentáculos”? La forma más sencilla es mediante la Inversión Extranjera Directa (IED). Sobra decir que la mayoría de esta IED se origina desde el centro del sistema capitalista: “La ETN de los países desarrollados siguieron siendo las principales fuentes de IED y representaron el 84% de las salidas mundiales[9]”. Respecto a esta inversión existe un debate a cerca de la verdadera función que presenta ésta en las economías nacionales latinoamericanas[10]: ¿Es el capital privado extranjero uno de los caminos principales del desarrollo de la economía? ¿O, por el contrario, es una de las principales armas de explotación e imperialismo de las tierras americanas? Por el momento, dejaremos estas cuestiones sin respuestas, para intentar responderlas más adelante mediante la experiencia española en México. Por ahora, solamente comentaremos que la unidireccionalidad (del centro a la periferia) de dichas inversiones parece mostrar esta tendencia inherente del capitalismo al imperialismo.

Determinantes del desembarco español en México

Cuando se encuentran presentes dos actores en una relación, ya sea económica o social[11], existen factores de diferente naturaleza. Por ejemplo, en este caso del capital español y la economía mexicana, encontramos unos factores de empuje y unos factores de atracción. Los primeros se encuentran relacionados con las circunstancias de las empresas españolas. Con anterioridad, ya bosquejábamos ciertos procesos que sucedieron en la economía española que dejaron libre el camino de la expansión de dichas empresas (principalmente, la entrada de España en la CE y lo que supuso ello en la liberalización de la economía española). De esta forma, España, en apenas una década, pasaba de tener una media de IED de 2.300 millones de dólares entre los años 1985-1995 a presentar en un sólo año, en 1998, 18.900 millones de dólares (Chislett, 2007). El destino de estas inversiones era (y es), principalmente, América Latina.
¿Y los factores de atracción hacia México? Estos factores se presentan más complejos. Para responder a la pregunta, pondremos nuestra atención primeramente en los factores existentes en América Latina, que en cierta manera coinciden con los de México. Varios autores dividen estos factores de atracción en dos, a saber: económicos y culturales[12]. A mi parecer, esta división es errónea ya que la atracción hacia América Latina del capital español solamente responde a factores económicos. Estoy de acuerdo con Ramiro (2007) cuando dice que “en este sentido, no se sostiene el tópico de que las empresas españolas eligieron expandirse en América Latina porque había una lengua y una cultura comunes[13]”. Bajo mi punto de vista, el capitalismo, y su lógica de maximizar los beneficios, no entienden de culturas, lenguas y patrias. (Aquí, se tornan importantes los discursos que se manejas desde España y México alrededor de una historia y destino común, discursos, que analizaremos posteriormente, que sólo pretenden legitimar las operaciones del capital español).
Entonces, ¿por qué América Latina? En primer lugar, porque la expansión hacia Europa era mucho más costosa y con menos posibilidades. Segundo: Latinoamérica era un mercado emergente excelente, justamente, para la lógica de las ETN: reducción del costo de mano de obra, con pocas restricciones en el ámbito ambiental y competencia, por parte de otros capitales, prácticamente nula. En tercer lugar, no debemos olvidar la transición en América Latina hacia un “clima satisfactorio” para la inversión basado en una relativa estabilidad monetaria y en la reducción de las tensiones políticas.

Estos factores explicarían la atracción hacia América Latina. Ahora se hace necesario poner la atención en los factores propios de México. Éstos comienzan a materializarse a comienzos del nuevo milenio al par que el PAN, que por cierto entablará unas excelentes relaciones con el gobierno español (primero con el PP de Aznar y posteriormente con el PSOE de Zapatero), se erige en la nueva fuerza política. Así, en el año 2000 va a entrar en vigor el llamado Acuerdo Global entre la Unión Europea y México[14], convirtiéndose éste en el primer país latinoamericano con este tipo de convenio. Este acuerdo global es en realidad un Tratado de Libre Comercio, el segundo en relevancia para México tras el TLCAN rubricado en el 1994. Por otro lado, y apenas hace unos dos meses, la Unión Europea, otra vez en escena, le otorgó a México el status de “socio estratégico”, carácter privilegiado que sólo antes, en Latinoamérica, poseía Brasil[15]. Como podemos apreciar, existe especial interés por parte de la UE, donde España es el abanderado, en las relaciones económicas con México.

Tampoco podemos olvidar la situación estratégica de México, en el sentido de la cercanía de los EEUU. El capital español se encuentra interesado en introducirse en terreno estadounidense, como demuestran las últimas adquisiciones y concesiones de BBVA en la banca estadounidense y OHL en la administración de carreteras. Para finalizar con estos factores de atracción, debemos decir, en referencia al “clima satisfactorio”, que México es uno de los países que presenta un marco institucional con más garantías para la IED y también uno de los que hacen la “vista gorda” ante el llamado imperialismo ecológico, más adelante analizado, propio de las trasnacionales.

Algunas cifras

Para mostrar de una forma más diáfana la presencia de la inversión española en México, creo conveniente compararla con la del resto de América Latina. Esto nos revelará la relevancia que ha adquirido México para el capital español en lo últimos años.

Cuadro 1. LA INVERSIÓN DIRECTA ESPAÑOLA EN MÉXICO CON RESPECTO AL TOTAL DE AMÉRICA LATINA (1996-2007)
Como se puede apreciar en el cuadro n°1, desde el año 2000 la inversión española en México ha adquirido verdadera importancia en el total de América Latina. Así, de apenas un 3% del total de AL en los últimos años de la década del los 90, México ha pasado a representar una media de un 20% en los últimos ocho años. Y esta tendencia seguirá, al menos, manteniéndose por unos cuantos años. Por otro lado, vemos que en el año 2004 hay un repunte importante. Éste es debido a la adquisición de Bancomer por el BBVA.

Cuadro 2. LA INVERSIÓN DIRECTA ESPAÑOLA EN MÉXICO DENTRO DEL TOTAL (1996-2007)
Esta otra gráfica, intenta mostrar la importancia de la inversión directa española en México con respecto al resto de países. Como podemos apreciar, el porcentaje es menor aquí que en la anterior gráfica. Esto es debido a que EEUU ha sido históricamente un inversor en México de tremenda relevancia, es su “patio trasero”. No obstante, la inversión acumulada del capital español en los últimos once años asciende hasta un total de 29232 millones de dólares. Así, superando el monopolio de EEUU, veamos la figura del capital español dentro de la Unión Europea. Hasta el año 2001, era Holanda el mayor inversor europeo en México. A partir de ese año, es España quien adopta esta posición siendo el mayor inversor europeo hasta el año 2007 (exceptuando los años de 2005 y 2006 donde retomó ese lugar Holanda). Estos dos países acaparan más de la mitad de la inversión de la UE en México.

Por último, es necesario fijar la atención en los diferentes mercados donde opera la economía española. A diferencia de la inversión mexicana en España que se encuentra concentrada hasta en un 70% en el petróleo, la inversión española en México se encuentra diseminada por todos los sectores económicos: construcción e infraestructuras (OHL, ACS, Acciona), la banca (Santander, BBVVA,…), la electricidad (Endesa, Iberdrola, Unión Fenosa), telecomunicaciones (Telefónica), Gas (Gas Natural). Todas estas empresas funcionan como grandes multinacionales. Sin embargo, no debemos olvidar la presencia en los últimos años de las PYMES (pequeñas y medianas empresas) en México. De esta forma, el año pasado operaron, en territorio mexicano, un total de 2740 empresas españolas[16].

Discursos legitimadores

Desde la dimensión antropológica es determinante el punto de vista de los actores. En este caso, y salvando las distancias existentes, nos acercarnos a la perspectiva de los actores que legitiman y hacen posible esta desigual relación económica entre México y España. Para ello, analizaremos los discursos que se refieren a dicha relación económica. Discursos que, principalmente, aparecen dentro de uno de los eventos que muestran con gran claridad la relación económica existente entre México y España, el Foro de Inversiones y Cooperación Empresarial Hispano-Mexicano, que se viene realizando desde el 2001 en la tierra del chile.

Estos discursos, en boca de los jefes de gobierno, de los secretarios de economía de ambos países e incluso de la Casa Real española, se caracterizan, ponen el énfasis, en dos aspectos, a saber: por un lado, las bonanzas de la liberalización y privatización económicas; por otro, la historia y cultura común de ambos países. De esta forma, este imperialismo español en forma de capital presente en México, se encuentra legitimado por estos aspectos: económicos, los primeros, y culturales, los segundos.

Así, por ejemplo, el Príncipe Felipe decía esto en la inauguración del citado foro en el año 2006: “Pues México es un gran país, con el que nos unen intensos y profundos lazos, marcados por un gran respeto y amistad, y una creciente demostración de trabajo en común y de empatía en muchos aspectos que nos afectan tanto en esta nueva era bajo los designios de la globalización”. ¿A que trabajo en común y empatía se refiere? ¿Al despojamiento que España, a través de sus empresas, lleva a cabo en México? Este discurso[17], que aquí analizamos, no tiene ningún desperdicio en lo relativo a esa legitimación de la presencia española en México. Todas las palabras utilizadas por el Príncipe pareciera que las pronunciara un secretario de economía del gobierno español.

En lo que se refiere a las “bonanzas” y pertinencia de las políticas neoliberales para el desarrollo de un país, veamos lo que decía, en el primer foro, allá por el año 2001, el entonces presidente del gobierno español, José María Aznar: “En definitiva, México avanza en lo que es algo esencial para un país moderno, que es en la aplicación de medidas de reforma estructural, que aumentan el potencial y la estabilidad de la economía mexicana, poniendo sus bases para un mejor funcionamiento, para un dinamismo económico mayor y para un mayor bienestar y prosperidad de los ciudadanos”. Cuando habla de reforma estructural en realidad se está refiriendo a la privatización de las empresas estatales, a la apertura hacia el exterior de la economía mexicana, al recorte en el gasto social, en definitiva, al recetario del neoliberalismo. Y no podía faltar el “supuesto” bienestar y prosperidad que estas políticas ofrecen para un país.

Y por último, veamos lo que se dice por parte mexicana: “Somos países entrañablemente ligados. Ligados por la historia, unidos en la cultura, unidos por la amistad. Y gracias a ustedes, desde ahora, unidos en las oportunidades de crecimiento económico, de intercambio comercial y de inversión”. Estas palabras fueron pronunciadas por el presidente Felipe Calderón en el foro del 2006. Vemos el discurso de la historia, de la cultura, de esos lazos comunes, de esas afinidades que tanto enfatizan estas personalidades. Hasta de amistad, pero como decíamos antes el capital no entiende de amistad, ni de cultura.

Los efectos de la Inversiones extranjeras

Los efectos producidos por las inversiones españolas en México se dirigen, a mi parecer, hacia dos esferas: una económica y otra ecológica. Veamos en primer lugar el aspecto económico.
Desde la esfera económica del capitalismo, se nos dice que la IED tiene el potencial de generar empleo, aumentar la productividad, transferir conocimientos especializados y tecnología, aumentar las exportaciones y contribuir al desarrollo económico a largo plazo de los países en desarrollo de todo el mundo. En una línea similar, son concebidos los Tratados de Libre Comercio establecidos entre diferentes países. Sin embargo, existe el peligro de dejar expuesta una economía nacional a las ambivalencias del mercado y de otras economías. México, con su apuesta por la IED Y los TLC, muestra severas carencias para desarrollar una economía nacional y local. Además, esta IED se encuentra muy concentrada y el déficit de México crece con los diferentes tratados de libre comercio. Así, “desde la entrada en vigor del TLCUEM (2000-2006), el déficit comercial de México frente a la UE ha aumentado considerablemente al pasar de 9,439 a 16,957 millones de dólares, un aumento de 79.6%[18]”. ¿Qué sucederá cuando estas inversiones no sean rentables para las trasnacionales y comience el abandono de dichos capitales? Esta apuesta tan severa, en este caso en el capital español, no es precisamente como se nos dice una garantía desarrollo económica a largo plazo. Todo lo contrario, esta forma de entender la economía no pone sus miras más allá del presente.

Es el turno de la esfera ambiental. Para llevar a cabo sus proyectos, las empresas españolas no dudan en derribar montañas, aniquilar bosques y/o exterminar humedales. Asimismo, convierten a muchas poblaciones en sujetos desplazables y despojados. Es el llamado imperialismo ecológico-social, concebido como el comportamiento negligente de ciertas empresas, especialmente las trasnacionales, hacia los recursos naturales y poblacionales, con las consiguientes alteraciones del equilibrio tradicional. Nos referimos a un comportamiento que no respeta los derechos humanos básicos. Este comportamiento se encuentra legitimado por parte de los Estados, que son los verdaderos responsables de estas “criminales” actuaciones de las trasnacionales. En este sentido, el actual gobierno mexicano se presenta especialmente permisivo, incluso apoyando, ante estas actuaciones imperialistas[19].

Conclusión

La IED, dentro de la lógica capitalista, establece relaciones económicas entre diferentes países. Cuando las desigualdades son severas entre estos países, como es el caso de México y España, estas relaciones suelen ir en favor del país más rico. España desembarcó en América Latina en busca de oportunidades, y las encontró de la mano de la burguesía local –la clase dominante-. Nos dicen que esta inversión trae consigo muchas posibilidades de desarrollo para las diferentes economías nacionales, en este caso para México. Sin embargo, el imperialismo de esta relación es patente. Como dice Galeano, “no faltan políticos y tecnócratas dispuestos a demostrar que la invasión del capital extranjero “industrializador” beneficia las áreas donde irrumpe. A diferencia del antiguo, este imperialismo de nuevo signo implicaría una acción en verdad civilizadora, una bendición para los países dominados [….] el imperialismo actual irradiaría tecnología y progreso, y hasta resultaría de mal gusto utilizar esta vieja y odiosa palabra para definirlo[20]”. España, valiéndose de su cultura, lengua y pasado común, se beneficia de esta desigual relación económica desestabilizando en muchas ocasiones las barreras de lo ambiental y de lo humano.
Este análisis solo ha sido un intento de acerarse a la desorbitada presencia del capital español en México. Son necesarios estudios más analíticos y detallados para demostrar este “nuevo desembarco” español.


[1] Secretaría de Economía de México. Dirección general de inversión extranjera.
[2] La inversión extranjera en América Latina y el Caribe 2007. CEPAL.
[3] Aguirre, R; Pérez, M. Siete años del tratado UE-México (TLCUEM): una alerta para el sur global. Red de acción frente al libre comercio. 2007.
[4] En prensa: El País, 7 Mayo de 2008.
[5] TINA, es la famosa expresión acuñada por Margaret Thatcher, primer ministra del Reino Unido (desde el año 1979 a 1980) ante la “supuesta” inevitabilidad de las políticas neoliberales.
[6] Ramiro, P; González, E.; Pulido, A. (2007). Las multinacionales españolas en Colombia. Observatorio de Multinacionales en América Latina. Pág. 5.
[7] Ramírez Torres, A. (2002). Tesis doctoral: Inversión directa extranjera en México: determinantes y pautas de localización. Universidad autónoma de Barcelona. Pág. 67.
[8] EL TLCAN (Tratado de Libre Comercio con América del Norte, NAFTA en inglés) es el tratado de libre comercio firmado por México, junto a EEUU y Canadá, más importante.
[9] Informe sobre las inversiones en el mundo, 2007. Empresas trasnacionales, industrias extractivas y desarrollo. Naciones Unidas, New York Y Ginebra. 2007.
[10] Para ahondar en este debate consultar los trabajos de Delgadillo de Lira (2005) y
[11] Son las mismas circunstancias que en el hecho migratorio donde debemos tener en cuenta que lleva a lo migrantes a salir de su país y porque deciden ir a un determinado país.
[12] Véase a este respecto los trabajos de Chislett (2007) y Delgadillo de Lira (2005).
[13] Ramiro, P; González, E.; Pulido, A. (2007). Las multinacionales españolas en Colombia. Observatorio de Multinacionales en América Latina. Pág. 7.
[14] Aguirre, R; Pérez, M. Siete años del tratado UE-México (TLCUEM): una alerta para el sur global. Red de acción frente al libre comercio. 2007.
[15] En prensa: El País (España), 7 Mayo de 2008.
[16] Secretaría de Economía de México. Dirección general de inversión extranjera.
[17] Las siguientes palabras: lazos, relaciones, compartir, conjuntos, común,….siembran todo el discurso.
[18] Aguirre, R; Pérez, M. Siete años del tratado UE-México (TLCUEM): una alerta para el sur global. Red de acción frente al libre comercio. 2007. Pág.9.
[19] Sirva de ejemplo de lo que estamos expresando, la actual actuación de las empresas españolas, con la legitimación del gobierno mexicano, en el Istmo de Tehuantepec (en el ámbito de la energía eólica) o en la península del Yucatán (con los complejos turísticos).
[20] Galeano, E. (2007). [org.1971]. Las venas abiertas de América Latina. Siglo XXI. México DF. Pág. 269.

España - Italia, penaltis narrados por la Cadena Ser

Decía Freud que la mayor parte de las cosas que hecemos y buscamos en la vida son satisfacciones secundarias que nos ayudan a hacer la vida más apacible. Una de estas satisfacciones es, para muchos de nosotros inevitablemente, el fútbol y la identidad nacional. Ambas se unen en la selección, este caso en la española. Y por fin, tras muchos "desengaños", esa satisfacción fue apoteosica, espectacular (sobre todo por que fue a la pinche Italia y en penaltis). ¡¡Qué forma tan bacan de llenar el vacío existencial!!

Para vivir ese momento tan grande, que fue la tanda de penaltis, emprendí la busqueda del audio de los penales de la cadena ser, que siempre se "dejan" la piel, y edite un video, tras varias horas, con las imágenes de los lanzamientos. Espero que os guste y que disfruten.


Migración e identidad en España

Las migraciones, y los migrantes, son algo característico de este mundo desde que los españoles llegaron a América. No obstante, para los españoles y españolas es en estos tiempos cuando parece que el hecho migratorio más nos repercute. Con el objeto de entender un poco más aquello que llamamos migración, hay van estas líneas.


Introducción

El presente ensayo pretende proporcionar unas pinceladas sobre el lugar y la importancia del proceso migratorio en la sociedad española durante los últimos 40 años –donde España ha pasado de país emisor a receptor.

Para ello, se hace necesario, en primer lugar situar la migración en un contexto más global, analizando las causas que hay detrás de éste. Así, trataremos de explicar porque se producen las migraciones, en ambos sentidos: porque los inmigrantes en muchas ocasiones se siente forzados a abandonar sus países y porque eligen, en este caso, España como país de llegada.

El hecho migratorio presenta una relevancia –a la vez que un desconocimiento- en España que no podemos obviar. La venida de migrantes durante los últimos 10 años –junto con la ayuda de otros aspectos, está favoreciendo un debate sobre el lugar que presenta la identidad nacional en la población española. Intentaremos ahondar en esta identidad.

Asimismo, esta llegada de personas de otras nacionalidades –que normalmente suelen presentar otros modelos culturales, facilita la aparición de actitudes racistas y xenófobas en la sociedad española. Trataremos de explicar que aspectos subyacen a estas actitudes y porque se producen éstas.

Las migraciones en un contexto global. Aproximación al porque de las migraciones.

Durante todo el siglo pasado, y especialmente en la segunda mitad de éste, los movimientos de población han caracterizado en cierta medida a una gran cantidad de países, unos convertidos en países de emigración y otros de inmigración, produciendo importantes cambios en el orden social y económico. Desde 1945, y especialmente desde los años 70, se ha producido un aumento de los movimientos internacionales de población que abarca todas las zonas geográficas (Castles 1997: 2). Actualmente, los procesos migratorios siguen teniendo la vigencia de años atrás y con total seguridad su importancia seguirá aumentando a medida que las facilidades de movilidad son cada vez mayores; las grandes desigualdades económicas establecidas entre diferentes lugares del planeta propician una situación dispar, esto es, un mundo injusto donde una gran parte de la población está “obligada” a dejar sus lugares de origen con el objeto de conseguir una vida más digna. La migración es una manifestación de grandes disparidades en circunstancias socio-económicas, oportunidades anticipadas, y seguridad humana entre los países occidentales y los países tercermundistas (Davies 2006, 99).

Pero, ¿a que obedecen estos movimientos migratorios de los países menos avanzados hacia los países más desarrollados? Para responder a esta pregunta, seguiremos los planteamientos de Portes (2001).

Si buscamos la respuesta a la cuestión antes formulada en la opinión pública y/o en los medios de comunicación, la respuesta será simple, a saber, los inmigrantes se encuentran necesitados y/o hambrientos, buscando oportunidades en otros lugares. Sin embargo, la respuesta no es tan sencilla, por lo que debemos tener en cuenta más aspectos para responder a la anterior pregunta sin equivocarnos.

En primer lugar, debemos poner la atención en los lazos históricos establecidos ente países receptores y emisores. Estas relaciones económicas y sociales están originadas en las intervenciones coloniales de los segundos hacia los primeros; en menor medida también se encuentran marcadas por la proximidad física de estos países.

Sin embargo, estas relaciones históricas -que si han determinado los movimientos migratorios actuales- no terminan de explicar plenamente las migraciones. Así, para seguir con la explicación, se hace necesario realizar un análisis de los contextos sociales migratorios, señalando las fuerzas que dan forma a éstos. Una de estas fuerzas, que han determinado los movimientos de población, es el reclutamiento de trabajadores, que se ha convertido en un mecanismo importante para recuperar anteriores relaciones establecidas por el colonialismo. Otra, son los desequilibrios, sociales y económicos, entre países emisores y receptores de migrantes. Por último, encontramos el establecimiento de redes sociales, que facilitan en gran medida el flujo de migrantes.

Todas estas características se encuentran presentes en la sociedad española con respecto a los colectivos de inmigrantes más numerosos en España. Ha establecido lazos históricos con estos países –véase Marruecos y Ecuador-; existe una necesidad imperiosa de mano de obra inmigrada –por las características de la economía “sumergida” tan presente en España; y, por supuesto, existen desequilibrios económicos y sociales entre estos países.

Como se observa en este análisis de los flujos migratorios, los migrantes no son los determinantes principales de estos flujos sino que esta responsabilidad recae en los gobiernos y los actores económicos de los propios países receptores.

“…tales movimientos no representan una “invasión silenciosa” de masas empobrecidas provenientes de los países menos desarrollados, sino que han sido iniciados y puestos en curso por los gobiernos y actores económicos poderosos de los propios países receptores. En gran parte, las migraciones contemporáneas de trabajadores y refugiados representan la contrapartida lógica de las expediciones de colonización europeas y posteriormente norteamericanas que subordinaron a grandes sectores del planeta en el contexto de la economía mundial capitalista” (Portes 2001: 9)

Sin embargo, los inmigrantes son percibidos como amenaza e invasión por la sociedad receptora, desde los trabajadores de la clase baja hasta las élites de la clase alta podemos encontrar ciertas desavenencias con el hecho migratorio.

Una vez realizado esta pequeña aproximación a las causas de la migración, pasemos a examinar de una forma más concreta la situación de España con respecto a la migración, pasando desde su posición de país de emigrantes –atendiendo a la década de los 60- hasta la actualidad, convertido en un país de acogida.

España: de país de emigrantes a país inmigrante

La España emigrante

En un lapso de tiempo récord España ha pasado de ser un país netamente emisor de emigrantes a ser receptor de un intenso flujo migratorio. Entre 1961 y 1973 –año donde se produce la crisis económica en Europa, entorno a un millón y medio de personas abandonaron España, para dirigirse a países del norte y centro de Europa (Alonso y Furio 2007, 2). Estos flujos estaban condicionados, al igual que hoy día, por las situaciones económicas de España –bastante rezagada en lo económico- y de estos países europeos –necesitados de harta mano de obra. En esta década de los sesenta se da un movimiento migratorio de carácter rotativo. La mayoría de los emigrantes salen del país con un contrato de trabajo, establecido entre el Instituto Español de Emigración y las autoridades de los países receptores, por un periodo inicial de un año.

España, país de acogida

A mediados de los años 80, comienzan a fraguarse los acontecimientos y transformaciones que han propiciado la metamorfosis de España de un país de emigrantes a un país de acogida. La integración de España en la Comunidad Europea, la construcción de un estado del bienestar, el envejecimiento de la población, la baja natalidad y el déficit de población activa explican este giro (Alonso y Furio 2007, 3). Sin embargo, no es hasta la segunda mitad de la década de los noventa cuando se termina de confirmar la sociedad española como una sociedad de inmigración. Por tanto, nos encontramos ante un fenómeno verdaderamente reciente, que se encuentra en sus estadios iniciales y que seguirá teniendo su importancia en el futuro, dada su notable tendencia al crecimiento. Tanto su carácter primitivo como esta tendencia a crecer rápidamente son unos de los principales rasgos que definen el fenómeno migratorio en la sociedad española (Arango, 2002). Veamos algunos datos que nos pueden ayudar a entender mejor la magnitud del fenómeno.

En el año 1991 encontramos en España según el censo, 360.655 extranjeros que representan el 0,91% de la población total. Asimismo, según el censo de 2007 encontramos 4.482.568 de extranjeros, éstos representan el 9,93% de la población total. Como podemos observar, las diferencias ente un año y otro son realmente importantes y nos vienen a confirmar ese carácter reciente de la inmigración y su notable tendencia al crecimiento.

Otro de los rasgos que han definido y definen, con mayor influencia, la inmigración en España es el elevado número de inmigrantes en situación irregular. En efecto, la proporción de personas que carecen de permiso de residencia o trabajo, o de ambos, ha sido habitualmente elevada en España, con las lógicas variaciones temporales: puede decirse que constituye un rasgo crónico entre nosotros (Arango 2002, 8). Una de las pruebas que explican esta característica es las numerosas regularizaciones que se han llevado a cabo durante los últimos veinte años. Así, desde la primera regularización, que se produjo en 1986, hasta la última, en el año 2005, se han producido cinco procesos de regularización. Resulta paradójico, que con tantas regularizaciones que se han realizado, hayan existido y sigan existiendo tantos inmigrantes en situación irregular.

Con el objeto de terminar la caracterización de la inmigración en España, creo conveniente realizar un perfil sobre las nacionalidades que tienen mayor presencia en la sociedad española. En primer lugar es importante resalta el carácter heterogéneo de la inmigración española. De hecho, España recibe inmigrantes de casi todas las partes del mundo: del Maghreb, y en especial de Marruecos, pero también de varios países de América Latina, especialmente del área andina en los últimos años; de Europa central y oriental; de un cierto número de países de Asia y del África subsahariana; y, desde luego, de los prósperos países de Norteamérica y la Europa occidental: de todos los continentes, en suma, si exceptuamos Oceanía (Arango 2002, 6). Asimismo, si analizamos los datos del padrón municipal de 2006, podemos encontrar que en España hay al menos once colectivos que están representados por más de cien mil personas. Entre estos colectivos los que presentan mayor presencia son el marroquí (563.012) –representa el 13,6 % del total de extranjeros, es el colectivo mayoritario. Seguidamente, le sigue Ecuador (461.310), representando el 11,8 % del total. El tercer colectivo con mayor representación es el rumano (407.159), representando el 9,8% del total. Después encontramos al Reino Unido, Colombia y Alemania, sucesivamente.

Estas características de la inmigración española -carácter reciente, omnipresente irregularidad y heterogeneidad de los inmigrantes- han producido grandes cambios demográficos en los últimos años. Asimismo, estos cambios en población y en pautas demográficas van acompañados de una aumento correspondiente de conflictos étnicos y tensiones raciales, y una auto-indagación sobre lo que significa ser “español” (Davies 2006, 99). Pasemos a analizar de forma mas pormenorizada estos problemas -que bien podrían ser oportunidades- en torno a la identidad y las consecuencias que éstas acarrean, tales como el racismo.

Identidad nacional

Este fenómeno migratorio del que estamos hablando, ayuda y continúa con un importante debate de la sociedad española iniciado años atrás, a saber, la verdadera homogeneidad de la identidad española. España, al igual que otros Estados-nación, se conformó a luz de la identidad nacional, configurando una identidad basada en la homogeneidad –blanca y católica (Davies 2006, 106)- y permanentemente cerrada, hermética. Ya en la transición española, comenzó a redefinirse y cuestionarse esta identidad nacional y cultural. Esa redefinición que se inició en la transición, surgió como consecuencia de reivindicaciones de diferente cariz (nacionalista, sexual y étnico entre otros) que cuestionaban la validez de un concepto como el de identidad nacional española anclado en el Franquismo (Villar-Hernández 2002, 1).

No obstante, antes de adentrarnos en el debate de la identidad española, pasemos a analizar y comprender mejor lo que queremos decir cuando hablamos de identidad. Para ello, nos apoyaremos en las ideas de Amin Maalouf (2007) alrededor de ésta. Para Maalouf la identidad no es algo inmutable, cerrado sino que está continuamente expuesta a la transformación, a la permeabilidad:

“La identidad no se nos da de una vez por todas, sino que se va construyendo y transformando a lo largo de toda nuestra existencia […] los elementos de nuestra identidad que ya están en nosotros cuando nacemos no son muchos –algunas características físicas, el sexo, el color,.. Y además, ni siquiera entonces todo es innato” (Maalouf 2007, 31).

Según Maalouf, la identidad de una persona es tan compleja y única que no se puede reducir a la nacionalidad o la religión. La identidad que cada individuo vamos conformando es irremplazable, imposible de confundirse con ninguna otra. Con ello, Maalouf nos quiere decir que cada uno somos distintos de los demás, de este modo nos alienta a que cada uno/a de nosotros/as cultive su propia identidad:

“Se debería animar a todo ser humano a que asumiera su propia diversidad, a que entendiera su identidad como la suma de sus diversas pertenencias en vez de confundirla con una sola, erigida en pertenencia suprema y en instrumento de exclusión, a veces en instrumento de guerra. Especialmente en el caso de todas las personas cuya cultura de origen no coincide con la cultura de la sociedad en que viven, es necesario que puedan asumir, sin demasiados desgarros, esa doble pertenencia, que puedan mantener su apego a su cultura de origen, no sentirse obligados a disimularla como si fuera una enfermedad vergonzante, y abrirse a paralelo a la cultura de origen” (Maalouf 2007, 169).

Una vez conocida en más profundidad la idea de identidad, volvamos a retomar el debate del que antes hablábamos. Como decíamos con anterioridad, la inmigración ha supuesto en la sociedad española un cuestionamiento de lo que significa “ser español”. Con la presencia extranjera, la idea de nación –y por ende la identidad nacional- se torna inestable, al oponerse aquella a los discursos monoculturales occidentales que tradicionalmente han dominado (Davies 2006, 100). Esta situación se podría percibir como una magnifica oportunidad para cuestionarnos nuestra identidad, para enriquecernos a partir de la interacción con el “otro”. A este respecto nos dice Millán Agudo:

La inmigración y el multiculturalismo que ésta conlleva no se han convertido en el mayor problema de nuestras sociedades, como se insiste en denominar el fenómeno desde los foros de opinión, sino en uno de sus mayores potenciales de desarrollo humano gracias a la riqueza que supone el mestizaje y la convivencia de diferentes culturas, algo que debería conducir a una mayor tolerancia, solidaridad y cooperación entre los pueblos” (Millán Agudo 2002, 12).

Sin embargo, sucede todo lo contrario: los inmigrantes son percibidos como una amenaza, como una invasión; la solidaridad suele brillar por su ausencia y la tolerancia se encuentra guardada en un cajón, tornándose en intolerancia. Resultado: aquellos son víctimas de prácticas racistas y xenófobas por parte de la sociedad nativa. Se convierten en excluidos sociales. Mas, ¿porque se producen estas prácticas, que hay detrás de estos discursos y actitudes? Intentemos responder a esta cuestión.

Racismo y exclusión social

Para entender el racismo hoy día es necesario tener muy en cuenta la idea de nación. Ésta va ser el motor del racismo, la que alimente a éste. Para entender mejor el racismo, seguiré los planteamientos de Freddy Rivera (2004) sobre este particular.

Como antes veíamos, la nación no deja espacio para la heterogeneidad. Así, aquella es concebida como una realidad impertérrita, donde se enfatiza la existencia de un único modelo cultural. No gusta de contradicciones y su sentido es llegar a ser una supercomunidad homogénea, caracterizada por una identidad inmutable. De esta forma, los grupos poblacionales que se salen de ese único modelo cultural, aquellos que presentan identidades y realidades diferentes, son objeto de discriminación y exclusión, es decir, de prácticas racistas.

Estas prácticas, nos dice el autor, históricamente hacían referencia a la biología –a la inferioridad natural. Actualmente, se abandonan las referencias a la raza; el nuevo racismo se nos presenta de una forma más sutil, a saber, en términos de cultura.

“Las referencias a la raza y a la sangre son abandonadas y las antiguas prescripciones biologizantes de pureza racial se expresan ahora en términos de cultura a través de una discursividad que enfatiza el evitar el cruzamiento interétnico y la mezcla cultural, ya que parte de la irreductibilidad de las diferencias culturales” (Rivera 2004, 4-5).

De esta manera, se nos dice que hay que evitar la miscelánea cultural, el contacto interétnico. Para legitimar este discurso, los neo-racistas se valen del derecho a la diferencia y a la diversidad cultural como argumento para evitar la mezcla entre unos y otros –convierten este diferencialismo absoluto en una forma sutil de racismo. Desde este discurso, los inmigrantes son vistos como una amenaza capaz de disolver y desestabilizar la identidad cultural de un país. Este racismo, inevitablemente, trae consigo la exclusión social y la represión; el trato desigual hacia el otro, hacia el inmigrante.

Conclusión

La actual situación global, impregnada de desigualdades socioeconómicas entre el norte y el sur, propicia que los movimientos de población se encuentren a la orden del día. Estas migraciones son explicadas, normalmente, en términos simplistas, a saber, todo se reduce a la “fatal” situación del inmigrante. Sin embargo, es necesaria una visión más profunda para poder revelar toda la complejidad de las migraciones. Así, debemos fijarnos en ciertos aspectos que nos ayudan a comprender el fenómeno: necesidad de manos de obra, los desequilibrios sociales y económicos, las relaciones históricas y las redes sociales.

Durante las últimas décadas, la sociedad española, ayudada por esta situación global y su situación particular, ha sido objeto de una vertiginosa transformación socioeconómica. Esta metamorfosis ha ido acompañada de un cambio de papeles en la naturaleza de las migraciones. Así, hemos pasado de país pobre y emigrante -especialmente en la década de los 60- a un país rico e inmigrante- con un 9.3% de la población en categoría de inmigrado/a.

Esta situación, ha propiciado un cuestionamiento de la identidad nacional española, identidad que se ha conformado bajo unas condiciones de hermetismo e inmutabilidad. Sin embargo, la identidad nunca es fija sino cambiante, permeable y múltiple. La españolidad evoluciona constantemente con pautas de migración y movilidad que obligan a los españoles a nuevas posiciones de sujeto desde donde deben reconsiderar su situación (Davies 2006, 108).

El racismo, tan relacionado a la idea de nación, no ayuda en nada a esta reconsideración de la identidad española. Más aún, propicia situaciones de exclusión y marginación, dejando escapar la gran oportunidad de derribar las fronteras culturales, y de enriquecernos mutuamente, que tan separados nos tienen a unos y a otros.




El malestar en la cultura (occidental): posibles salidas


Resumen

Para Freud la cultura produce malestar. El enfrentamiento entre ésta y la naturaleza, lleva consigo cierta represión. No obstante, el nivel de malestar no es el mismo en todas las culturas. Así, la cultura occidental, la modernidad, se nos presenta como una de las más enfermas: el nivel represivo es alto y los diferentes caminos para superar el vacío se presentan realmente deshumanizadores. Sin embargo, esta situación no es inmutable. Todo lo contrario, el proceso de conformación del yo, caracterizado por su reversibilidad, y el encuentro con el otro, se presentan como posibles caminos emancipadores de este malestar.

Naturaleza y cultura

Leyendo a Freud nos encontramos con una paradoja. Para introducirnos en ella partamos de la tesis principal de la obra de Freud, El malestar en la cultura: la cultura, con la necesaria presencia de los preceptos morales que los individuos se ven sujetos por vivir en sociedad, produce malestar. El conflicto surge de la confrontación entre naturaleza y cultura. La primera, mediante las pulsiones que proceden del cuerpo en busca de placer, es reprimida por la segunda (recordemos que para Freud la cultura sin represión es una imposibilidad utópica). Es en este enfrentamiento donde surge el malestar.

Sin embargo, y está es la paradoja, aunque en lecturas de Freud podamos encontrar, en el sentido anteriormente expuesto, una desmitificación de la cultura, al mismo tiempo ve en ésta una función de conservación de la humanidad. Así, aunque la cultura procura malestar, nos dice Freud, nos es imposible vivir sin ella.

No obstante, esta represión, emergida en la confrontación entre naturaleza y cultura, difiere si ponemos nuestra atención en una u otra civilización, cultura (partimos de la idea, al igual que Elías, que todo proceso civilizatorio trae consigo una regulación de los instintos). Esto es, que no en todas las culturas encontramos el mismo nivel de malestar. Esta es, precisamente, la principal crítica que podemos reprocharle a Freud, el carácter parcelado e histórico de sus estudios a una determinada cultura, la occidental.

Diagnóstico cultural: las insuficiencias de Occidente

Precisamente, la civilización occidental se caracterizaba, y se caracteriza, por un nivel de malestar realmente latente. Nos encontramos ante una cultura enferma que hace, mediante sus estructuras sociales, la existencia tremendamente represiva.

En esta misma línea, en la cultura occidental, apenas si encontramos agua que brote del manantial de las satisfacciones primeras o de eso que llamamos cuerpo (Beiman, 1994). El vacío (nemo), al igual que el malestar, se encuentra presente en la mayor parte (¿todas?) de las culturas. ¿Cómo superar esta insuficiencia? ¿Qué es aquello a lo cual nos aferramos los seres humanos para dar significación a nuestra existencia? Unos pintan, otros viajan, algunos leen, pocos escriben y los menos aman. Estas formas de escapar del vacío, aún siendo algunas satisfacciones secundarias, quizás (el amor seguro o ¿no?) humanicen al individuo.

Sin embargo, si realizamos un rápido análisis de la sociedad occidental, apreciamos que las satisfacciones, aquello que hace la vida un poco más apacible, van dirigidas, principalmente, en otra dirección. A mi parecer, son los caminos más deshumanizadores posibles: ideologías pardas, valores inicuos (competitividad, éxito, reconocimiento,…) y consumismo salvaje. Estas maneras de escapar del malestar, paradójicamente, hacen la prisión de la existencia más pequeña.

Pongamos, por tomar un ejemplo ciertamente ilustrativo de nuestra sociedad, nuestra atención en el consumismo, ese depredador alimentado por el capitalismo, y las necesidades que aquél trae consigo. Resulta abrumador la “terrible” cantidad de artefactos y objetos ideados en el mundo actual, carentes, la mayoría de ellos, de una función verdaderamente humana. Toda una serie de elementos materiales que provocan la deshumanización del individuo y, por ende, de la sociedad. Nos encontramos con todo un desarrollo tecnológico dirigido, principalmente, a la manipulación, reflejada en este consumismo, y la aniquilación, toda esa maquinaria armamentística creada, humanas. Como decíamos con anterioridad estas necesidades se encuentran tremendamente relacionadas con el consumismo imperante de nuestra sociedad. Un consumo que reduce toda felicidad a puro engaño, convirtiéndose ésta en pseudo-felicidad. No olvidemos, que un consumidor es insaciable, nunca se compromete, su satisfacción es instantánea, expuesto siempre a nuevas tentaciones, aunque cree que no ejerce más que un libre ejercicio de voluntad, cuando en realidad es –somos- puros títeres. La única autonomía del individuo se reduce al uso y desuso de estos objetos. De esta forma, y valga la redundancia, el consumismo nos termina por consumir.

También es interesante, con la finalidad de comprender como la cultura occidental se encuentra tal y como la conocemos hoy, echar la vista atrás. La razón, bandera de la modernidad, postulaba la idea de la inevitabilidad de un progreso moral y ético para todos, no sólo para unos pocos. Occidente debía ser el espejo donde mirarse el resto de culturas, era la panacea que necesitaba la humanidad. Sin embargo, ¿no es en esta pretensión de universalidad donde radica la mayor desfachatez de estas ideas? El creerse estar en posesión de la verdad humana, el pretender establecer qué contenidos deben conformar la existencia de las diferentes culturas. De esta forma, uno de los pilares donde se apoyaba la modernidad era la idea de homogeneidad (Bauman, 1995). Esta idea de homogeneidad lleva consigo algo perverso, a saber: todo aquel que sale de lo “normal”, de lo homogéneo es una amenaza. Esta amenaza se personifica en el otro, el diferente. De la ambivalencia, propia de la realidad, hemos pasado a la homogeneidad, propia de la modernidad.

Caminos emancipadores del malestar: el yo y el otro

Llegados a este punto, y como no podemos deshacernos de la cultura (ya que es parte de nuestra naturaleza), se hace necesario una ruptura con la dirección actual del modelo civilizatorio, cultural. Mas, ¿Cómo realizarlo? ¿Cómo reducir este malestar? ¿Cómo cambiar la vectorialidad de la civilización capitalista? ¿Cómo cambiar esa segunda naturaleza (Marcuse, 1969), implantada en nosotros desde nuestro nacimiento a través de las instituciones sociales, que ha alcanzado las profundidades del instinto?

La sociedad es una comunidad de individuos. Son éstos los que dan vida a aquélla, es la idea que encontramos en Elías: la estructura social se corresponde con la estructura del yo. Entonces, el primer, y más óptimo, camino a tomar será la revolución del yo. Sino hay cambios en los individuos se hace imposible tornar la sociedad, la cultura. Veamos, pues, ciertas consideraciones referidas al yo.

El YO, al igual que la cultura o la civilización, no es algo cerrado y dado para siempre. Todo lo contrario, la construcción del yo es un proceso discontinuo y reversible. Y es, precisamente, esta última cualidad, la reversibilidad, la que hace este proceso interesante ya que nos deja una posibilidad de cambiar. No deberíamos olvidar que el psiquismo no es inmanente a nuestra forma de ser sino que se ha ido modelando históricamente. La experiencia del vivir, ¿lamentablemente?, conlleva desde nuestro nacimiento, donde, por ejemplo, somos llamados para el resto de nuestras vidas, carga, imposición. Somos tachados, nombrados, asignados,… No obstante, en la negociación continúa que se establece entre el yo y el otro pueden producirse ciertas mutaciones. En esta interacción el aspecto fundamental es la interpretación: no somos lo que nos dicen que somos sino, antes bien, lo que creemos, lo que interpretamos ser. De esta forma, esta interpretación, esta hermenéutica del yo deja el proceso de (re)construcción abierto. Como vemos, el yo se aleja de la inmutabilidad y la certeza.

Ahora bien, el éxito del proceso de reconstrucción del yo va a variar en medida de los contextos (sistema político, familia,….). Es decir, depende, en gran medida, de las instituciones sociales y del nivel represivo existente en éstas. Así, la interpretación que hacemos del yo se encuentra determinada y condicionada.

Por otro lado, y en íntima conexión con lo dicho, en este proceso de reconstrucción del yo es importante el como el yo construye al OTRO. Así, por ejemplo, en Occidente construimos al otro de forma dicotómica y antagónica. Oriente, por el contrario, se construye al otro de forma dicotómica y complementaria. Estas diferentes maneras de construir el mundo determinan en gran medida como lo experimentamos. Así, fijando la vista en Occidente, esta construcción antagónica del otro hace que lo percibamos como un enemigo, como una amenaza. Intentar cambiar esta percepción del otro, la manera de cómo lo construimos, sería, con el objeto de superar el malestar en la cultura, uno de los senderos que el individuo debería explorar. Uno de los filósofos que ha intentado establecer una ética del otro es Lévinas. Para éste, como sujetos, tenemos la obligación de responsabilizarnos del otro. Debe ser un acercamiento sincero, sin la búsqueda de reciprocidad. En el otro mi existencia toma sentido, nos dice Lévinas. Debemos crear posibilidades de escuchar, sentir, mirar al otro mas nunca con el objetivo de poseerlo.

Para finalizar, creo conveniente leer ciertas líneas de Marcuse sobre el deseable nuevo ser humano, llamado a edificar la nueva sociedad: “Pero la construcción de semejante sociedad presupone un tipo de hombre con una sensibilidad y una conciencia diferentes: hombres que hablarían un lenguaje diferente, tendrían actitudes diferentes, seguirían diferentes impulsos; hombre que hayan construido una barrera instintiva contra la crueldad, la brutalidad, la fealdad” (Marcuse: 1969, 28).

¿Podremos alcanzar algún día la liberación? ¿Llegaremos algún día a sentir de forma diferente? ¿O el malestar de la cultura es inevitable? Complicadas se presentan las respuestas. Mas encontrar un equilibrio entre lo libidinal y lo social, lo instintivo y lo cultural, es la penosa, la esforzada tarea a la que estamos llamados todos y cada uno de nosotros/as.

Los tigres del norte

Es 2 de abril. Voy en el autobus de regreso a Xalapa tras unos días de conocer la vastedad del territorio mexicano y me encuentro con un cartel: sábado 12 de abril concierto de Los tigres del norte en Xalapa. No me lo puedo perder. Efectivamente, el 12 de abril, y rodeado de buena compañía, me encontraba alli. ¿Y quién son estos de Los tigres del norte?, os preguntareís algunos.

Los tigres del norte son un grupo originarios de Sinaloa, un estado de México, que lleva dando guerra desde el año 1968 en el cual apareció su primer albúm. Todo un estandarte del folklore mexicano. Acá son una institución, casi unos dioses. No hay mexicano/a que no conozca un cachito de algunas de sus canciones. Éstas hablan de la realidad mexicana: contrabando, inmigración, identidad,...Historias del pueblo.

El grupo ha tomado la música Norteña con sus raíces de polka, mezclándola con verdaderas historias de injusticia social y noticias a manera de ‘modernos juglares’, sus famosos corridos.

El concierto, aunque en algunos momentos pasado por agua, resultó una experiencia bien enriquecedora. Sombreros por doquier, gritos continuos de esos mexicanos, baile,... Todo un acontecimiento social. Si desean conocer y escuchar algo de ellos, esta es su web: página oficial tigres del norte

Con la finalidad de acercarnos a su musica, en este caso a sus letras, os dejo algunas de ellas:

"Somos más americanos"
Ya me gritaron mil veces que me regrese a mi tierra,
Porque aquí no quepo yo
Quiero recordarle al gringo: Yo no cruce la frontera, la frontera me
cruzo.
América nació libre, el hombre la dividió. Ellos pintaron la raya, para
que yo la brincara y me llaman invasor es un error bien marcado
nos quitaron ocho estados quien es aquí el invasor. Soy extranjero en
mi tierra, y no vengo a darles guerra, soy hombre trabajador.

Y si no miente la historia, aquí se asentó en la gloria la poderosa nación
entre guerreros valientes, indios de dos continentes, mezclados
con español. Y si a los siglos nos vamos: somos mas americanos,
somos mas americanos que el hijo del anglosajón.

Nos compraron sin dinero las aguas del rio bravo. Y nos quitaron a
Texas, Nuevo México, Arizona y Colorado. También voló California y
Nevada con Utah no se llenaron, el estado de Wyoming, también
nos lo arrebataron Yo soy la sangre del indio Soy latino soy mestizo
Somos de todos colores Y de todos los oficios Y si contamos los siglos
Aunque le duela al vecino Somos mas americanos Que todititos los
gringos.

"La jaula de oro"

Aqui estoy establecido en los Estados Unidos
diez años pasaron ya en que crucé de mojado y
papeles no he arreglado sigo siendo un ilegal
tengo a mi esposa y mis hijos que me los traje muy chicos
y se han olvidado ya de mi Mexico querido
del que yo nunca me olvido y no puedo regresar.

De que me sirve el dinero si estoy como prisionero
dentro de esta gran nación cuando me acuerdo hasta lloro
y aunque la jaula sea de oro no deja de ser prision.

Mis hijos no hablan conmigo otro idioma han aprendido
y olvidado el español piensan como americanos
niegan que son mexicanos aunque tengan mi color.

De mi trabajo a mi casa yo no se lo que me pasa
aunque soy hombre de hogar casi no salgo a la calle
pues tengo miedo que me hallen y me puedan deportar.

De que me sirve el dinero si estoy como prisionero
dentro de esta gran nación cuando me acuerdo hasta lloro
y aunque la jaula sea de oro no deja de ser prision.


Aca pueden escuchar estos dos temas: