Ruinas mayas de Chiapas

Para que no se olviden del rostro de uno y a la vez conozcan lugares y gentes nuevas (aunque sea en fotos en formato digital) por aqui os dejo algunas fotitos del bello México. Exactamente es en el estado de Chiapas, al sur del país.


Bien mojadito en Palenque


Palenque. Manolín, Elly y Juanp.

Bonampak, Manolín y yo.

Bonampak, famosa por sus pinturas. Juanp, Manolín, y JuanRamón.

La Inversion española en México: reconquistando en tiempos ¿postcoloniales?

Justificación

Las políticas neoliberales aplicadas a partir de los años 80 en todo el sistema capitalista traen consigo ciertas medidas a tomar. Entre ellas la apertura de las fronteras nacionales a la inversión extranjera. Así, el capital español ha derribado sus fronteras peninsulares para introducirse en América Latina desde finales de los años 90 hasta nuestras fechas. Con el inicio del nuevo milenio, que coincidió en México con la toma del poder por parte de PAN, la inversión española a puesto sus miras, con especial interés, en México (con un total de 2740 empresas españolas operando el pasado año[1]), tornándose éste en el país preferido para dicha inversión. Esta coyuntura se une a tres circunstancias relevantes, a saber: la primera: el año 2007 fue record en la inversión extranjera directa en América Latina, donde México fue el segundo destino preferido por los inversionistas extranjeros, tras Brasil[2]. La segunda es el acuerdo global de Tratado de Libre Comercio que corroboraron México y la Unión Europea (TLCUEM) en el año 2000, convirtiéndose, de esta manera, México en el único país, junto a Brasil, con este carácter[3]. Y por último, y en esta misma línea, México adquirió el status, en el pasado mes de mayo, de “socio estratégico” de la Unión Europea[4]. Dadas estos argumentos, se hacen necesarios y pertinentes estudios que intenten desentrañar los pormenores de esta inversión española en México.

Introducción

“La lluvia que irriga a los centros del poder imperialista ahoga los vastos suburbios del sistema. Del mismo modo, y simétricamente, el bienestar de nuestras clases dominantes --dominantes hacia dentro, dominadas desde fuera- es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una vida de bestias de carga”. Estas líneas pertenecen a la introducción del gran libro de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina. En este pequeño párrafo se concentran las palabras que han conformado, y conforman, la historia de América Latina: poder, imperialista, sistema, clases dominantes y dominadas, condenadas,…. Es esta la realidad latinoamericana desde que el capitalismo emergió como el terrible monstruo convertido hoy día. Sin embargo, hemos pasado de una dominación clara, soberana y violenta (propia de los tiempos coloniales) a una dominación mucho más sigilosa donde ya no es necesaria una ocupación del territorio para ejercer el imperialismo.

La condición estructural latinoamericana dentro del capitalismo ya la advirtieron en los años 50 los académicos de la CEPAL. En la periferia del sistema, la región lleva siglos a expensas de la depredación del centro. No obstante, encontramos coyunturas históricas donde el imperialismo propio del capitalismo se hace más palpable y manifiesto, al par que va mutando hacia otras manifestaciones. La actuación del capital español en América Latina durante los últimos quince años es un ejemplo de dicha coyuntura. Para mostrar de una forma diáfana esta situación, pondremos la mira en la inversión directa española en México, país que en los últimos diez años se ha convertido en el referente por excelencia de las empresas españolas. Mas antes de entrar en la actual situación, echemos la vista atrás para así comprender mejor como hemos llegado hasta esta relación méxico-española.

México y España: sembrando el camino neoliberal

Las políticas neoliberales, expandidas por todo el sistema capitalista desde los primeros años de la década de los 80, tornaron las relaciones económicas más internacionales que nunca. Estas políticas ponían el énfasis en tres aspectos principales: la desregularización de la economía, la creencia ciega en el libre mercado y la privatización de recursos que antaño estaban bajo la tutela del Estado. Esta “pócima mágica” se decía que era la única alternativa posible (TINA[5], “There is no alernative”) ante la realidad económica. Esta manera de entender la economía fue rubricada y enfatizada con la firma del Consenso de Washington, llevada a cabo en 1989, concebido como el mejor programa económico que los países latinoamericanos debían aplicar para impulsar su crecimiento.

Es el turno de fijar nuestra atención en el discurrir del neoliberalismo acontecido en España. El país, que a principios de los 80 llevaba a penas cinco años de dejar atrás un régimen dictatorial de alrededor de cuarenta años regido por la autarquía (Durán Herrera, 2006), tenía pretensiones de convertirse en un país central, o al menos semiperiférico, del capitalismo. Para ello, tuvo que incorporarse en 1986 a la Comunidad Europea (CE), bajo el mandato de Felipe González. Este nuevo mercado donde se insertaba España, en la línea neoliberal, requería procesos de liberación económica por parte del gobierno español. Entre ellos la facilitación de la inversión extranjera para las empresas españolas. Al mismo tiempo, y en perfecta concordancia con la lógica europea, “en el Estado español se produjo en esos años una sucesión de fusiones, reestructuraciones y privatizaciones que hizo que las empresas del país crecieran en tamaño y capital y pudieran estar en disposición de lanzarse a competir en otros mercados[6] ”. De esta forma, a principios de los años 90, el capital español tenía la oportunidad “soñada” de romper las fronteras peninsulares.

Al par que sucedían estos procesos en España, México, en su intento de no perder el tren de la globalización económica, comenzaba con su apertura económica. Los primeros indicios de medidas neoliberales los podemos ver con el gobierno de De la Madrid, aunque será en el sexenio de Salinas de Gortari, a partir de 1988, cuando estas medidas serán más profundas y aceleradas. Estas medidas llevadas a cabo obedecían en gran medida a la crisis de 1982, donde se agotó la credibilidad en el régimen de sustitución de importaciones. Esta apertura económica al exterior se vio ratificada cuando “en 1985 se inicia el desmantelamiento de los aranceles y en 1986 se accede al GATT; firmándose más tarde una serie de tratados comerciales con diversos países[7]”. Pero es a principios de la década de los 90 cuando se producen dos acontecimientos que, de forma definitiva, preparan la entrada del capital extranjero a México: el primero, en 1993, cuando se firma la nueva ley de inversión extranjera; el segundo con el refrendo, en 1994, del TLCAN[8]. Recordar, que el de México no es un caso aislado dentro de la lógica neoliberal que “inundó” América Latina en la década pasada, ofensiva caracterizada por las continuas privatizaciones y el recorte en el gasto social (Busto Mauleón, 2005).

Como podemos apreciar, los procesos acontecidos en ambos países guardan estrechos paralelismos formales y temporales. No obstante, encontramos una diferencia realmente decisiva, a saber: que uno, España, derribaba sus fronteras para que el capital saliera; el otro, México, para que dicho capital entrara. Esta divergencia será la que haga posible la relación económica de ambos países.

La figura de las trasnacionales como abanderadas de la IED

La Empresa trasnacional (ETN) se ha ido convirtiendo, tras la Segunda Guerra Mundial, en uno de los principales actores de la economía globalizada. Según la definición clásica de John Kenneth Galbraith (1967), la ventaja de las empresas transnacionales consiste en dos rasgos fundamentales: en el aprovechamiento de las asimetrías entre el país de origen y los países receptores de la radicación de capital y en la expansión de sus actividades al sector financiero. Asimismo, el objetivo principal de las ETN es la reducción de costes, o hablando en términos capitalistas la maximización de los beneficios. Para ello, estas ETN no dudan en buscar lugares donde las condiciones de producción sean más óptimas, en el sentido de una mano de obra más barata y unas restricciones menos severas en el plano ambiental. Esta búsqueda de nuevos lugares para acumular capital, lleva a las ETN a incidir en las políticas de los diferentes gobiernos y de las instituciones internacionales (FMI, OMC, BM).

¿Cuál es el camino preferido de las ETN para alargar sus “tentáculos”? La forma más sencilla es mediante la Inversión Extranjera Directa (IED). Sobra decir que la mayoría de esta IED se origina desde el centro del sistema capitalista: “La ETN de los países desarrollados siguieron siendo las principales fuentes de IED y representaron el 84% de las salidas mundiales[9]”. Respecto a esta inversión existe un debate a cerca de la verdadera función que presenta ésta en las economías nacionales latinoamericanas[10]: ¿Es el capital privado extranjero uno de los caminos principales del desarrollo de la economía? ¿O, por el contrario, es una de las principales armas de explotación e imperialismo de las tierras americanas? Por el momento, dejaremos estas cuestiones sin respuestas, para intentar responderlas más adelante mediante la experiencia española en México. Por ahora, solamente comentaremos que la unidireccionalidad (del centro a la periferia) de dichas inversiones parece mostrar esta tendencia inherente del capitalismo al imperialismo.

Determinantes del desembarco español en México

Cuando se encuentran presentes dos actores en una relación, ya sea económica o social[11], existen factores de diferente naturaleza. Por ejemplo, en este caso del capital español y la economía mexicana, encontramos unos factores de empuje y unos factores de atracción. Los primeros se encuentran relacionados con las circunstancias de las empresas españolas. Con anterioridad, ya bosquejábamos ciertos procesos que sucedieron en la economía española que dejaron libre el camino de la expansión de dichas empresas (principalmente, la entrada de España en la CE y lo que supuso ello en la liberalización de la economía española). De esta forma, España, en apenas una década, pasaba de tener una media de IED de 2.300 millones de dólares entre los años 1985-1995 a presentar en un sólo año, en 1998, 18.900 millones de dólares (Chislett, 2007). El destino de estas inversiones era (y es), principalmente, América Latina.
¿Y los factores de atracción hacia México? Estos factores se presentan más complejos. Para responder a la pregunta, pondremos nuestra atención primeramente en los factores existentes en América Latina, que en cierta manera coinciden con los de México. Varios autores dividen estos factores de atracción en dos, a saber: económicos y culturales[12]. A mi parecer, esta división es errónea ya que la atracción hacia América Latina del capital español solamente responde a factores económicos. Estoy de acuerdo con Ramiro (2007) cuando dice que “en este sentido, no se sostiene el tópico de que las empresas españolas eligieron expandirse en América Latina porque había una lengua y una cultura comunes[13]”. Bajo mi punto de vista, el capitalismo, y su lógica de maximizar los beneficios, no entienden de culturas, lenguas y patrias. (Aquí, se tornan importantes los discursos que se manejas desde España y México alrededor de una historia y destino común, discursos, que analizaremos posteriormente, que sólo pretenden legitimar las operaciones del capital español).
Entonces, ¿por qué América Latina? En primer lugar, porque la expansión hacia Europa era mucho más costosa y con menos posibilidades. Segundo: Latinoamérica era un mercado emergente excelente, justamente, para la lógica de las ETN: reducción del costo de mano de obra, con pocas restricciones en el ámbito ambiental y competencia, por parte de otros capitales, prácticamente nula. En tercer lugar, no debemos olvidar la transición en América Latina hacia un “clima satisfactorio” para la inversión basado en una relativa estabilidad monetaria y en la reducción de las tensiones políticas.

Estos factores explicarían la atracción hacia América Latina. Ahora se hace necesario poner la atención en los factores propios de México. Éstos comienzan a materializarse a comienzos del nuevo milenio al par que el PAN, que por cierto entablará unas excelentes relaciones con el gobierno español (primero con el PP de Aznar y posteriormente con el PSOE de Zapatero), se erige en la nueva fuerza política. Así, en el año 2000 va a entrar en vigor el llamado Acuerdo Global entre la Unión Europea y México[14], convirtiéndose éste en el primer país latinoamericano con este tipo de convenio. Este acuerdo global es en realidad un Tratado de Libre Comercio, el segundo en relevancia para México tras el TLCAN rubricado en el 1994. Por otro lado, y apenas hace unos dos meses, la Unión Europea, otra vez en escena, le otorgó a México el status de “socio estratégico”, carácter privilegiado que sólo antes, en Latinoamérica, poseía Brasil[15]. Como podemos apreciar, existe especial interés por parte de la UE, donde España es el abanderado, en las relaciones económicas con México.

Tampoco podemos olvidar la situación estratégica de México, en el sentido de la cercanía de los EEUU. El capital español se encuentra interesado en introducirse en terreno estadounidense, como demuestran las últimas adquisiciones y concesiones de BBVA en la banca estadounidense y OHL en la administración de carreteras. Para finalizar con estos factores de atracción, debemos decir, en referencia al “clima satisfactorio”, que México es uno de los países que presenta un marco institucional con más garantías para la IED y también uno de los que hacen la “vista gorda” ante el llamado imperialismo ecológico, más adelante analizado, propio de las trasnacionales.

Algunas cifras

Para mostrar de una forma más diáfana la presencia de la inversión española en México, creo conveniente compararla con la del resto de América Latina. Esto nos revelará la relevancia que ha adquirido México para el capital español en lo últimos años.

Cuadro 1. LA INVERSIÓN DIRECTA ESPAÑOLA EN MÉXICO CON RESPECTO AL TOTAL DE AMÉRICA LATINA (1996-2007)
Como se puede apreciar en el cuadro n°1, desde el año 2000 la inversión española en México ha adquirido verdadera importancia en el total de América Latina. Así, de apenas un 3% del total de AL en los últimos años de la década del los 90, México ha pasado a representar una media de un 20% en los últimos ocho años. Y esta tendencia seguirá, al menos, manteniéndose por unos cuantos años. Por otro lado, vemos que en el año 2004 hay un repunte importante. Éste es debido a la adquisición de Bancomer por el BBVA.

Cuadro 2. LA INVERSIÓN DIRECTA ESPAÑOLA EN MÉXICO DENTRO DEL TOTAL (1996-2007)
Esta otra gráfica, intenta mostrar la importancia de la inversión directa española en México con respecto al resto de países. Como podemos apreciar, el porcentaje es menor aquí que en la anterior gráfica. Esto es debido a que EEUU ha sido históricamente un inversor en México de tremenda relevancia, es su “patio trasero”. No obstante, la inversión acumulada del capital español en los últimos once años asciende hasta un total de 29232 millones de dólares. Así, superando el monopolio de EEUU, veamos la figura del capital español dentro de la Unión Europea. Hasta el año 2001, era Holanda el mayor inversor europeo en México. A partir de ese año, es España quien adopta esta posición siendo el mayor inversor europeo hasta el año 2007 (exceptuando los años de 2005 y 2006 donde retomó ese lugar Holanda). Estos dos países acaparan más de la mitad de la inversión de la UE en México.

Por último, es necesario fijar la atención en los diferentes mercados donde opera la economía española. A diferencia de la inversión mexicana en España que se encuentra concentrada hasta en un 70% en el petróleo, la inversión española en México se encuentra diseminada por todos los sectores económicos: construcción e infraestructuras (OHL, ACS, Acciona), la banca (Santander, BBVVA,…), la electricidad (Endesa, Iberdrola, Unión Fenosa), telecomunicaciones (Telefónica), Gas (Gas Natural). Todas estas empresas funcionan como grandes multinacionales. Sin embargo, no debemos olvidar la presencia en los últimos años de las PYMES (pequeñas y medianas empresas) en México. De esta forma, el año pasado operaron, en territorio mexicano, un total de 2740 empresas españolas[16].

Discursos legitimadores

Desde la dimensión antropológica es determinante el punto de vista de los actores. En este caso, y salvando las distancias existentes, nos acercarnos a la perspectiva de los actores que legitiman y hacen posible esta desigual relación económica entre México y España. Para ello, analizaremos los discursos que se refieren a dicha relación económica. Discursos que, principalmente, aparecen dentro de uno de los eventos que muestran con gran claridad la relación económica existente entre México y España, el Foro de Inversiones y Cooperación Empresarial Hispano-Mexicano, que se viene realizando desde el 2001 en la tierra del chile.

Estos discursos, en boca de los jefes de gobierno, de los secretarios de economía de ambos países e incluso de la Casa Real española, se caracterizan, ponen el énfasis, en dos aspectos, a saber: por un lado, las bonanzas de la liberalización y privatización económicas; por otro, la historia y cultura común de ambos países. De esta forma, este imperialismo español en forma de capital presente en México, se encuentra legitimado por estos aspectos: económicos, los primeros, y culturales, los segundos.

Así, por ejemplo, el Príncipe Felipe decía esto en la inauguración del citado foro en el año 2006: “Pues México es un gran país, con el que nos unen intensos y profundos lazos, marcados por un gran respeto y amistad, y una creciente demostración de trabajo en común y de empatía en muchos aspectos que nos afectan tanto en esta nueva era bajo los designios de la globalización”. ¿A que trabajo en común y empatía se refiere? ¿Al despojamiento que España, a través de sus empresas, lleva a cabo en México? Este discurso[17], que aquí analizamos, no tiene ningún desperdicio en lo relativo a esa legitimación de la presencia española en México. Todas las palabras utilizadas por el Príncipe pareciera que las pronunciara un secretario de economía del gobierno español.

En lo que se refiere a las “bonanzas” y pertinencia de las políticas neoliberales para el desarrollo de un país, veamos lo que decía, en el primer foro, allá por el año 2001, el entonces presidente del gobierno español, José María Aznar: “En definitiva, México avanza en lo que es algo esencial para un país moderno, que es en la aplicación de medidas de reforma estructural, que aumentan el potencial y la estabilidad de la economía mexicana, poniendo sus bases para un mejor funcionamiento, para un dinamismo económico mayor y para un mayor bienestar y prosperidad de los ciudadanos”. Cuando habla de reforma estructural en realidad se está refiriendo a la privatización de las empresas estatales, a la apertura hacia el exterior de la economía mexicana, al recorte en el gasto social, en definitiva, al recetario del neoliberalismo. Y no podía faltar el “supuesto” bienestar y prosperidad que estas políticas ofrecen para un país.

Y por último, veamos lo que se dice por parte mexicana: “Somos países entrañablemente ligados. Ligados por la historia, unidos en la cultura, unidos por la amistad. Y gracias a ustedes, desde ahora, unidos en las oportunidades de crecimiento económico, de intercambio comercial y de inversión”. Estas palabras fueron pronunciadas por el presidente Felipe Calderón en el foro del 2006. Vemos el discurso de la historia, de la cultura, de esos lazos comunes, de esas afinidades que tanto enfatizan estas personalidades. Hasta de amistad, pero como decíamos antes el capital no entiende de amistad, ni de cultura.

Los efectos de la Inversiones extranjeras

Los efectos producidos por las inversiones españolas en México se dirigen, a mi parecer, hacia dos esferas: una económica y otra ecológica. Veamos en primer lugar el aspecto económico.
Desde la esfera económica del capitalismo, se nos dice que la IED tiene el potencial de generar empleo, aumentar la productividad, transferir conocimientos especializados y tecnología, aumentar las exportaciones y contribuir al desarrollo económico a largo plazo de los países en desarrollo de todo el mundo. En una línea similar, son concebidos los Tratados de Libre Comercio establecidos entre diferentes países. Sin embargo, existe el peligro de dejar expuesta una economía nacional a las ambivalencias del mercado y de otras economías. México, con su apuesta por la IED Y los TLC, muestra severas carencias para desarrollar una economía nacional y local. Además, esta IED se encuentra muy concentrada y el déficit de México crece con los diferentes tratados de libre comercio. Así, “desde la entrada en vigor del TLCUEM (2000-2006), el déficit comercial de México frente a la UE ha aumentado considerablemente al pasar de 9,439 a 16,957 millones de dólares, un aumento de 79.6%[18]”. ¿Qué sucederá cuando estas inversiones no sean rentables para las trasnacionales y comience el abandono de dichos capitales? Esta apuesta tan severa, en este caso en el capital español, no es precisamente como se nos dice una garantía desarrollo económica a largo plazo. Todo lo contrario, esta forma de entender la economía no pone sus miras más allá del presente.

Es el turno de la esfera ambiental. Para llevar a cabo sus proyectos, las empresas españolas no dudan en derribar montañas, aniquilar bosques y/o exterminar humedales. Asimismo, convierten a muchas poblaciones en sujetos desplazables y despojados. Es el llamado imperialismo ecológico-social, concebido como el comportamiento negligente de ciertas empresas, especialmente las trasnacionales, hacia los recursos naturales y poblacionales, con las consiguientes alteraciones del equilibrio tradicional. Nos referimos a un comportamiento que no respeta los derechos humanos básicos. Este comportamiento se encuentra legitimado por parte de los Estados, que son los verdaderos responsables de estas “criminales” actuaciones de las trasnacionales. En este sentido, el actual gobierno mexicano se presenta especialmente permisivo, incluso apoyando, ante estas actuaciones imperialistas[19].

Conclusión

La IED, dentro de la lógica capitalista, establece relaciones económicas entre diferentes países. Cuando las desigualdades son severas entre estos países, como es el caso de México y España, estas relaciones suelen ir en favor del país más rico. España desembarcó en América Latina en busca de oportunidades, y las encontró de la mano de la burguesía local –la clase dominante-. Nos dicen que esta inversión trae consigo muchas posibilidades de desarrollo para las diferentes economías nacionales, en este caso para México. Sin embargo, el imperialismo de esta relación es patente. Como dice Galeano, “no faltan políticos y tecnócratas dispuestos a demostrar que la invasión del capital extranjero “industrializador” beneficia las áreas donde irrumpe. A diferencia del antiguo, este imperialismo de nuevo signo implicaría una acción en verdad civilizadora, una bendición para los países dominados [….] el imperialismo actual irradiaría tecnología y progreso, y hasta resultaría de mal gusto utilizar esta vieja y odiosa palabra para definirlo[20]”. España, valiéndose de su cultura, lengua y pasado común, se beneficia de esta desigual relación económica desestabilizando en muchas ocasiones las barreras de lo ambiental y de lo humano.
Este análisis solo ha sido un intento de acerarse a la desorbitada presencia del capital español en México. Son necesarios estudios más analíticos y detallados para demostrar este “nuevo desembarco” español.


[1] Secretaría de Economía de México. Dirección general de inversión extranjera.
[2] La inversión extranjera en América Latina y el Caribe 2007. CEPAL.
[3] Aguirre, R; Pérez, M. Siete años del tratado UE-México (TLCUEM): una alerta para el sur global. Red de acción frente al libre comercio. 2007.
[4] En prensa: El País, 7 Mayo de 2008.
[5] TINA, es la famosa expresión acuñada por Margaret Thatcher, primer ministra del Reino Unido (desde el año 1979 a 1980) ante la “supuesta” inevitabilidad de las políticas neoliberales.
[6] Ramiro, P; González, E.; Pulido, A. (2007). Las multinacionales españolas en Colombia. Observatorio de Multinacionales en América Latina. Pág. 5.
[7] Ramírez Torres, A. (2002). Tesis doctoral: Inversión directa extranjera en México: determinantes y pautas de localización. Universidad autónoma de Barcelona. Pág. 67.
[8] EL TLCAN (Tratado de Libre Comercio con América del Norte, NAFTA en inglés) es el tratado de libre comercio firmado por México, junto a EEUU y Canadá, más importante.
[9] Informe sobre las inversiones en el mundo, 2007. Empresas trasnacionales, industrias extractivas y desarrollo. Naciones Unidas, New York Y Ginebra. 2007.
[10] Para ahondar en este debate consultar los trabajos de Delgadillo de Lira (2005) y
[11] Son las mismas circunstancias que en el hecho migratorio donde debemos tener en cuenta que lleva a lo migrantes a salir de su país y porque deciden ir a un determinado país.
[12] Véase a este respecto los trabajos de Chislett (2007) y Delgadillo de Lira (2005).
[13] Ramiro, P; González, E.; Pulido, A. (2007). Las multinacionales españolas en Colombia. Observatorio de Multinacionales en América Latina. Pág. 7.
[14] Aguirre, R; Pérez, M. Siete años del tratado UE-México (TLCUEM): una alerta para el sur global. Red de acción frente al libre comercio. 2007.
[15] En prensa: El País (España), 7 Mayo de 2008.
[16] Secretaría de Economía de México. Dirección general de inversión extranjera.
[17] Las siguientes palabras: lazos, relaciones, compartir, conjuntos, común,….siembran todo el discurso.
[18] Aguirre, R; Pérez, M. Siete años del tratado UE-México (TLCUEM): una alerta para el sur global. Red de acción frente al libre comercio. 2007. Pág.9.
[19] Sirva de ejemplo de lo que estamos expresando, la actual actuación de las empresas españolas, con la legitimación del gobierno mexicano, en el Istmo de Tehuantepec (en el ámbito de la energía eólica) o en la península del Yucatán (con los complejos turísticos).
[20] Galeano, E. (2007). [org.1971]. Las venas abiertas de América Latina. Siglo XXI. México DF. Pág. 269.