Para entender un poco mejor que esta pasando

La palabra crisis está de moda. Todo el mundo se encuentra en crisis, claro está que unos más que otros. Pero necesitamos saber que es lo que se esconde detrás de esta pequeña palabra. Porque con el uso desmesurado de los términos llegamos a perder la claridad que supuestamente iluminan áquellos.
Por ello, y tras caer en mis manos un pequeño libro, quier compartir con ustedes unas páginas de éste para asi aclarar un poco lo ocurrido en torno a la actual situación económica del sistema capitalista.

¨La crisis económica que hoy asola al mundo no es financiera (de crédito y/o de liquidez), es una crisis estructural de sobreproducción relativa de mercancías. En otras palabras, las industrias del mundo están produciendo más mercancías (productos) de las que el mercado puede consumir, por lo que, dado que no logran vender parte de sus productos, se ven incapacitadas para pagar sus deudas (por ello la crisis aparenta ser financiera), sus ganancias se estancan o reducen y no pueden seguir reinvirtiendo para continuar produciendo, pues no venderán lo que produzcan. En consecuencia, el problema es más grave, profundo y de larga duración que una crisis financiera o una pasajera caída de las bolsas de valores.

Desde los últimos años del siglo pasado muchas empresas de diversos sectores productivos comenzaron a percibir mayor dificultad para colocar sus productos, ya que las empresas del sector comercio requerían más tiempo para vender las mercancías, razón por la que alargaron los periodos entre un pedido y el siguiente.

Esta situación fue la consecuencia de veinte años de políticas económicas y prácticas laborales dirigidas a reducir los costos de la mano de obra y el aumento de la productividad (incremento del rendimiento de cada trabajador) que dieron por resultado la reducción del poder adquisitivo de los salarios en todo el mundo, incluido el llamado primer mundo.

Como los trabajadores de todas partes tenían menor poder adquisitivo fueron reduciendo paulatinamente su consumo. Pero, gracias a la aplicación de tecnologías que incrementan la productividad, los costos de producción se redujeron y por ello la ganancia creció compensando en parte la reducción en las ventas. Obteniendo una ganancia mayor por cada producto los empresarios lograron durante un tiempo mantener sus ganancias en niveles satisfactorios. Sin embargo, la capacidad de consumo de la gente siguió contrayéndose. La alternativa que encontraron los empresarios fue formar alianzas fusionando empresas para abaratar sus costos de producción y operación y controlar una fracción mayor del mercado.

Al mismo tiempo, el sector comercio se asoció con los banqueros para hacer más accesible el crédito para el consumo, estimulando el otorgamiento de tarjetas de crédito bancarias. Esto encarecía las mercancías porque los consumidores debían pagar los productos y el costo del crédito, pero permitía a las personas adquirirlos y pagarlos poco a poco, conservándose temporalmente la capacidad de consumo.

El crédito al consumo permitió durante casi una década ocultar la progresiva contracción del mercado, posponiendo el estallido de la crisis. Entre tanto, la reducción en las ventas lentamente fue alcanzando los primeros eslabones de las cadenas productivas, es decir, a las industrias extractivas y las productoras de maquinarias y equipos para las industrias que producen mercancías para el consumidor final.

El conjunto de las cadenas productivas intentó, dado que el mercado para el consumidor final y el gran mercado entre industrias tendían a la contracción, colocar parte de sus ganancias en las bolsas de valores y en instrumentos bancarios, en lugar de invertirlos en la producción. El resultado fue el crecimiento del monto de dineros o capitales flotantes que buscaban obtener beneficios sin poder ni querer insertarse en los procesos productivos. Los dineros o capitales flotantes llegan a la bolsa de valores a fortalecer económicamente a las empresas que cotizan en la bolsa comprando acciones a cambio de obtener parte de las ganancias de las empresas. Pero, como ya dijimos, éstas tenían cada vez más dificultades para acrecentar sus ganancias y en consecuencia pagar los beneficios ofrecidos.

En la bolsa se capitaliza una empresa al comprar sus acciones y se la descapitaliza al venderlas, se puede jugar con los precios de las acciones comprándolas baratas y vendiéndolas cuando han subido de precio. El precio de las acciones puede subir de manera natural cuando sus ganancias se incrementan, cuando el sector está creciendo o incluso cuando de manera artificial, sin ninguna razón específica, se incrementa su demanda. Los empresarios de todos los sectores buscaron otras posibilidades más rentables y más rápidas para obtener las ganancias que el mercado empezaba a negarles. Lo encontraron en la banca, financiando diversas formas de crédito y empezaron a comprar “acciones” de sistemas de crédito. Los banqueros ofrecieron jugosas ganancias a cambio de dinero para prestarlo. Llegaron al extremo de vender deudas que parecían de pago seguro, como las hipotecas y los comodities.

Los comodities son compras a futuro de materias primas y otros insumos para la producción (como los combustibles) que aún no se producen. Al comprarlas los empresarios se aseguraban un precio determinado de sus materias primas e insumos, de manera que un sobresalto en el mercado no los metiera en problemas en el futuro, pero al aumentar la demanda de los comodities estos subieron de precio y llevaron los precios del petróleo y los granos básicos, por ejemplo, a niveles absurdos, pues la idea de comprar comodities era protegerse contra futuras alzas inesperadas en los precios.

Con los créditos hipotecarios y otros semejantes se llegó al extremo de revenderlos. Un banco otorgaba créditos para la compra de viviendas y luego vendía el conjunto de las deudas, bajo el entendido que los pagos futuros de los deudores serían seguros. Así se venden documentos que representan pagos futuros. Con esta operación un banco obtenía dinero a cambio de promesas de pago y el comprador a su vez vendía “acciones” respaldadas en dichas promesas de pago o pagarés. Para lograr la venta se ofrecían rendimientos superiores con la esperanza de colocar el nuevo dinero respaldado con promesas de pago en forma de nuevos créditos. Miles de empresas por todo el mundo jugaron a prestarse mutuamente dinero a cambio de mayores rendimientos (ganancias) que en la realidad eran inexistentes, pues al final de la cadena de préstamos se encontraban millones de personas y miles de empresas con escasa capacidad de pago.

Para colmo, en un ambiente en el que sobraban capitales (dinero) que buscaban donde colocarse para generar ganancias sin poder llegar a donde se genera la ganancia (la industria productora de mercancías) las complicaciones se agudizaron por el masivo arribo al mercado financiero (el de los préstamos sobrepréstamos, el del dinero virtual) de cantidades descomunales de dinero proveniente de la delincuencia organizada (narcotráfico, tráfico de personas, prostitución, pornografía, delincuencia cibernética, fraudes financieros, contrabando, robo de autos, secuestro, venta de protección, etc.) que buscaba lavarse para entrar en la economía legal y así ser disfrutado por sus poseedores sin problemas legales. Así, la competencia por colocar los capitales sobrantes y el dinero que requiere ser lavado produjo que los dueños de los sistemas de crédito ofrecieran mayores rendimientos, buscando captar parte de esa enorme masa de dinero que busca reproducirse. Todos sabían que semejante situación terminaría mal pero esperaban que un milagro los salvara o cuando menos que antes de que estallara la burbuja lograran hacer realidad las promesas de pago que tenían en sus manos. Pero obviamente la mayoría no lograría cobrar esos pagarés.

Llegó el momento en que los consumidores finales, los trabajadores, desde obreros hasta profesionistas y ejecutivos de empresas, llegaron al límite de su capacidad de endeudamiento y se atrasaron cada vez más en sus pagos o de plano dejaron de pagar. Al saberse que una empresa tiene listas de deudores que están atrasándose o dejaron de pagar (carteras vencidas) todos los poseedores de promesas de pago emitidas por esa empresa buscan venderlas cuanto antes para recoger de inmediato sus ganancias, recuperar lo invertido o de menos no perder mucho. Cada promesa de pago o pagaré tiene un plazo de vencimiento en que debe ser pagado y quienes comercian con las deudas deben pagarlos. Pero si les están llegando menos recursos porque al final de la cadena la gente no puede pagar sus créditos, pierden liquidez, es decir, no tienen dinero para pagar a sus clientes los rendimientos ofrecidos. Entonces las exigencias de pagos se multiplican al grado que los dueños de las listas de deudores se declaran en quiebra, por no poder pagar lo prometido. A esto le llaman crisis financiera.

Cuando la burbuja de la especulación revienta, es decir, cuando el gran fraude de todos contra todos se cae, todos denuncian que han sido víctimas y exigen a los gobiernos que alguien les pague el dinero que como rendimientos (insistimos dinero inexistente) se les prometió y dado que éste no existe nadie puede pagarlo. Los gobiernos salen al rescate de los empresarios otorgando dinero del erario público a los bancos y empresas semejantes para que puedan pagar (hacer realidad el dinero inexistente) a sus clientes y consumar el fraude. Así, cientos de empresas prometen rendimientos que se hacen realidad al final de cuentas sólo a costa de los contribuyentes.

Pero, como decíamos, la mayoría no logra cobrar las promesas de pago, por lo que muchos quiebran o reducen su nivel de operaciones despidiendo trabajadores, con lo que el desempleo se incrementa. Como las empresas quedan endeudadas compran menos a otras empresas y el mercado entre empresas se contrae aún más y con el incremento del desempleo y las reducciones salariales el mercado de consumidores finales se contrae también más. El resultado es más empresas que cierran o quiebran y más desempleo, que contrae aun más el mercado.

El círculo vicioso se detiene cuando el conjunto de la economía se reduce a su valor real, es decir, cuando desaparece el dinero ficticio, que al estallido de la crisis tenía un valor nominal equivalente a tres veces el valor de la economía real. Para que ello ocurra, las promesas de pago deben cobrarse; la mayoría no son cobrables pero algunas sí. Se trata de una guerra por ver quiénes siguen vivos en la economía y quiénes desaparecen pagando con dinero real las deudas ficticias que entre todos generaron. Aquí no hay justicia ni equidad, es la ley de la selva, gana el más fuerte y el más tramposo, el que tiene mejores contactos con los gobiernos. Miles de empresas desaparecen y millones de trabajadores quedarán sin empleo y una vez que en la economía no hay o casi no hay dinero ficticio el proceso se reinicia: las empresas crecen y generan ganancias que reinvierten para crecer más, pero cuando las ganancias son tan grandes que “no caben” en la empresa o en el sector productivo migran a otro sectores en busca de mayores y más rápidas ganancias y luego se convierten, mediante la banca en créditos.

Y otra vez, a la larga crecerán tanto los capitales (dinero) que trata de auto reproducirse prestándose a cambio de intereses, que llegará el momento en que será impagable y vendrá otra crisis. Pero, para evitar que la tragedia se convierta en un Apocalipsis muchas de las deudas son renegociadas a nuevos plazos para que en el futuro ese dinero ficticio sea pagado con dinero real (valor real) generado posteriormente. De manera que el sistema no se colapsa y continúa funcionando hasta la nueva crisis, consumiendo anticipadamente el valor que será creado en el futuro, o en otras palabras comiéndose el futuro. [……..]

[.....] Por la crisis estructural del sistema los trabajadores pagaremos el mega fraude y por lo pronto ya perdimos parte de nuestro salario, gracias a la devaluación permitida y propiciada por los gobiernos. Esta devaluación, resultado de la compra masiva de dólares (o euros) por algunas empresas, es una especie de rescate ultra rápido que el gobierno les proporciona a costa de las reservas de dólares, que no les pertenecen a los funcionarios del gobierno, que disponen de ellas con la mayor desfachatez.

Un plan económico para enfrentar la crisis debe incluir, así habrá que demandarlo, control de precios, aumento salarial de emergencia, garantizar la soberanía alimentaria y creación de empleos directamente de parte del gobierno, en lugar de entregar nuestro dinero a los empresarios aventureros y estafadores (todos).

Por último, la crisis que se enseñorea sobre el mundo, como acabamos de demostrar, tiene implicaciones sobre sectores álgidos e importantes del gran capital internacional: la industria armamentista, la alimentaria, el petróleo, agua, telecomunicaciones, evidentemente el sector financiero, todo está en entredicho y las posibilidades de superación son poco halagüeñas. Es por ello que debemos mantenernos alertas, con propuestas, para hacer frente a los coletazos sucesivos de la crisis que tanto fuera como dentro de nuestras fronteras nos afectarán.

Y una última reflexión: si alguien ha vivido en crisis en todos estos años, si alguien ha padecido sus efectos, somos los trabajadores. Quienes tenemos la obligación de entender que si esto ocurre es porque así funciona el sistema capitalista. No se trata de buenas o malas y perversas voluntades. Esta es la manera en como opera la economía y nosotros con crisis estructural del capitalismo o sin ella, siempre estaremos en desventaja.


Fuente: Elementos para entender la crisis actual. Palacio, V.; Lara, M.A.; Mora, H. Sindicato mexicano de electricistas. México 2008. Pág. 39-45.

Enlace con el texto completo: http://www.rebelion.org/docs/78425.pdf