España - Italia, penaltis narrados por la Cadena Ser

Decía Freud que la mayor parte de las cosas que hecemos y buscamos en la vida son satisfacciones secundarias que nos ayudan a hacer la vida más apacible. Una de estas satisfacciones es, para muchos de nosotros inevitablemente, el fútbol y la identidad nacional. Ambas se unen en la selección, este caso en la española. Y por fin, tras muchos "desengaños", esa satisfacción fue apoteosica, espectacular (sobre todo por que fue a la pinche Italia y en penaltis). ¡¡Qué forma tan bacan de llenar el vacío existencial!!

Para vivir ese momento tan grande, que fue la tanda de penaltis, emprendí la busqueda del audio de los penales de la cadena ser, que siempre se "dejan" la piel, y edite un video, tras varias horas, con las imágenes de los lanzamientos. Espero que os guste y que disfruten.


Migración e identidad en España

Las migraciones, y los migrantes, son algo característico de este mundo desde que los españoles llegaron a América. No obstante, para los españoles y españolas es en estos tiempos cuando parece que el hecho migratorio más nos repercute. Con el objeto de entender un poco más aquello que llamamos migración, hay van estas líneas.


Introducción

El presente ensayo pretende proporcionar unas pinceladas sobre el lugar y la importancia del proceso migratorio en la sociedad española durante los últimos 40 años –donde España ha pasado de país emisor a receptor.

Para ello, se hace necesario, en primer lugar situar la migración en un contexto más global, analizando las causas que hay detrás de éste. Así, trataremos de explicar porque se producen las migraciones, en ambos sentidos: porque los inmigrantes en muchas ocasiones se siente forzados a abandonar sus países y porque eligen, en este caso, España como país de llegada.

El hecho migratorio presenta una relevancia –a la vez que un desconocimiento- en España que no podemos obviar. La venida de migrantes durante los últimos 10 años –junto con la ayuda de otros aspectos, está favoreciendo un debate sobre el lugar que presenta la identidad nacional en la población española. Intentaremos ahondar en esta identidad.

Asimismo, esta llegada de personas de otras nacionalidades –que normalmente suelen presentar otros modelos culturales, facilita la aparición de actitudes racistas y xenófobas en la sociedad española. Trataremos de explicar que aspectos subyacen a estas actitudes y porque se producen éstas.

Las migraciones en un contexto global. Aproximación al porque de las migraciones.

Durante todo el siglo pasado, y especialmente en la segunda mitad de éste, los movimientos de población han caracterizado en cierta medida a una gran cantidad de países, unos convertidos en países de emigración y otros de inmigración, produciendo importantes cambios en el orden social y económico. Desde 1945, y especialmente desde los años 70, se ha producido un aumento de los movimientos internacionales de población que abarca todas las zonas geográficas (Castles 1997: 2). Actualmente, los procesos migratorios siguen teniendo la vigencia de años atrás y con total seguridad su importancia seguirá aumentando a medida que las facilidades de movilidad son cada vez mayores; las grandes desigualdades económicas establecidas entre diferentes lugares del planeta propician una situación dispar, esto es, un mundo injusto donde una gran parte de la población está “obligada” a dejar sus lugares de origen con el objeto de conseguir una vida más digna. La migración es una manifestación de grandes disparidades en circunstancias socio-económicas, oportunidades anticipadas, y seguridad humana entre los países occidentales y los países tercermundistas (Davies 2006, 99).

Pero, ¿a que obedecen estos movimientos migratorios de los países menos avanzados hacia los países más desarrollados? Para responder a esta pregunta, seguiremos los planteamientos de Portes (2001).

Si buscamos la respuesta a la cuestión antes formulada en la opinión pública y/o en los medios de comunicación, la respuesta será simple, a saber, los inmigrantes se encuentran necesitados y/o hambrientos, buscando oportunidades en otros lugares. Sin embargo, la respuesta no es tan sencilla, por lo que debemos tener en cuenta más aspectos para responder a la anterior pregunta sin equivocarnos.

En primer lugar, debemos poner la atención en los lazos históricos establecidos ente países receptores y emisores. Estas relaciones económicas y sociales están originadas en las intervenciones coloniales de los segundos hacia los primeros; en menor medida también se encuentran marcadas por la proximidad física de estos países.

Sin embargo, estas relaciones históricas -que si han determinado los movimientos migratorios actuales- no terminan de explicar plenamente las migraciones. Así, para seguir con la explicación, se hace necesario realizar un análisis de los contextos sociales migratorios, señalando las fuerzas que dan forma a éstos. Una de estas fuerzas, que han determinado los movimientos de población, es el reclutamiento de trabajadores, que se ha convertido en un mecanismo importante para recuperar anteriores relaciones establecidas por el colonialismo. Otra, son los desequilibrios, sociales y económicos, entre países emisores y receptores de migrantes. Por último, encontramos el establecimiento de redes sociales, que facilitan en gran medida el flujo de migrantes.

Todas estas características se encuentran presentes en la sociedad española con respecto a los colectivos de inmigrantes más numerosos en España. Ha establecido lazos históricos con estos países –véase Marruecos y Ecuador-; existe una necesidad imperiosa de mano de obra inmigrada –por las características de la economía “sumergida” tan presente en España; y, por supuesto, existen desequilibrios económicos y sociales entre estos países.

Como se observa en este análisis de los flujos migratorios, los migrantes no son los determinantes principales de estos flujos sino que esta responsabilidad recae en los gobiernos y los actores económicos de los propios países receptores.

“…tales movimientos no representan una “invasión silenciosa” de masas empobrecidas provenientes de los países menos desarrollados, sino que han sido iniciados y puestos en curso por los gobiernos y actores económicos poderosos de los propios países receptores. En gran parte, las migraciones contemporáneas de trabajadores y refugiados representan la contrapartida lógica de las expediciones de colonización europeas y posteriormente norteamericanas que subordinaron a grandes sectores del planeta en el contexto de la economía mundial capitalista” (Portes 2001: 9)

Sin embargo, los inmigrantes son percibidos como amenaza e invasión por la sociedad receptora, desde los trabajadores de la clase baja hasta las élites de la clase alta podemos encontrar ciertas desavenencias con el hecho migratorio.

Una vez realizado esta pequeña aproximación a las causas de la migración, pasemos a examinar de una forma más concreta la situación de España con respecto a la migración, pasando desde su posición de país de emigrantes –atendiendo a la década de los 60- hasta la actualidad, convertido en un país de acogida.

España: de país de emigrantes a país inmigrante

La España emigrante

En un lapso de tiempo récord España ha pasado de ser un país netamente emisor de emigrantes a ser receptor de un intenso flujo migratorio. Entre 1961 y 1973 –año donde se produce la crisis económica en Europa, entorno a un millón y medio de personas abandonaron España, para dirigirse a países del norte y centro de Europa (Alonso y Furio 2007, 2). Estos flujos estaban condicionados, al igual que hoy día, por las situaciones económicas de España –bastante rezagada en lo económico- y de estos países europeos –necesitados de harta mano de obra. En esta década de los sesenta se da un movimiento migratorio de carácter rotativo. La mayoría de los emigrantes salen del país con un contrato de trabajo, establecido entre el Instituto Español de Emigración y las autoridades de los países receptores, por un periodo inicial de un año.

España, país de acogida

A mediados de los años 80, comienzan a fraguarse los acontecimientos y transformaciones que han propiciado la metamorfosis de España de un país de emigrantes a un país de acogida. La integración de España en la Comunidad Europea, la construcción de un estado del bienestar, el envejecimiento de la población, la baja natalidad y el déficit de población activa explican este giro (Alonso y Furio 2007, 3). Sin embargo, no es hasta la segunda mitad de la década de los noventa cuando se termina de confirmar la sociedad española como una sociedad de inmigración. Por tanto, nos encontramos ante un fenómeno verdaderamente reciente, que se encuentra en sus estadios iniciales y que seguirá teniendo su importancia en el futuro, dada su notable tendencia al crecimiento. Tanto su carácter primitivo como esta tendencia a crecer rápidamente son unos de los principales rasgos que definen el fenómeno migratorio en la sociedad española (Arango, 2002). Veamos algunos datos que nos pueden ayudar a entender mejor la magnitud del fenómeno.

En el año 1991 encontramos en España según el censo, 360.655 extranjeros que representan el 0,91% de la población total. Asimismo, según el censo de 2007 encontramos 4.482.568 de extranjeros, éstos representan el 9,93% de la población total. Como podemos observar, las diferencias ente un año y otro son realmente importantes y nos vienen a confirmar ese carácter reciente de la inmigración y su notable tendencia al crecimiento.

Otro de los rasgos que han definido y definen, con mayor influencia, la inmigración en España es el elevado número de inmigrantes en situación irregular. En efecto, la proporción de personas que carecen de permiso de residencia o trabajo, o de ambos, ha sido habitualmente elevada en España, con las lógicas variaciones temporales: puede decirse que constituye un rasgo crónico entre nosotros (Arango 2002, 8). Una de las pruebas que explican esta característica es las numerosas regularizaciones que se han llevado a cabo durante los últimos veinte años. Así, desde la primera regularización, que se produjo en 1986, hasta la última, en el año 2005, se han producido cinco procesos de regularización. Resulta paradójico, que con tantas regularizaciones que se han realizado, hayan existido y sigan existiendo tantos inmigrantes en situación irregular.

Con el objeto de terminar la caracterización de la inmigración en España, creo conveniente realizar un perfil sobre las nacionalidades que tienen mayor presencia en la sociedad española. En primer lugar es importante resalta el carácter heterogéneo de la inmigración española. De hecho, España recibe inmigrantes de casi todas las partes del mundo: del Maghreb, y en especial de Marruecos, pero también de varios países de América Latina, especialmente del área andina en los últimos años; de Europa central y oriental; de un cierto número de países de Asia y del África subsahariana; y, desde luego, de los prósperos países de Norteamérica y la Europa occidental: de todos los continentes, en suma, si exceptuamos Oceanía (Arango 2002, 6). Asimismo, si analizamos los datos del padrón municipal de 2006, podemos encontrar que en España hay al menos once colectivos que están representados por más de cien mil personas. Entre estos colectivos los que presentan mayor presencia son el marroquí (563.012) –representa el 13,6 % del total de extranjeros, es el colectivo mayoritario. Seguidamente, le sigue Ecuador (461.310), representando el 11,8 % del total. El tercer colectivo con mayor representación es el rumano (407.159), representando el 9,8% del total. Después encontramos al Reino Unido, Colombia y Alemania, sucesivamente.

Estas características de la inmigración española -carácter reciente, omnipresente irregularidad y heterogeneidad de los inmigrantes- han producido grandes cambios demográficos en los últimos años. Asimismo, estos cambios en población y en pautas demográficas van acompañados de una aumento correspondiente de conflictos étnicos y tensiones raciales, y una auto-indagación sobre lo que significa ser “español” (Davies 2006, 99). Pasemos a analizar de forma mas pormenorizada estos problemas -que bien podrían ser oportunidades- en torno a la identidad y las consecuencias que éstas acarrean, tales como el racismo.

Identidad nacional

Este fenómeno migratorio del que estamos hablando, ayuda y continúa con un importante debate de la sociedad española iniciado años atrás, a saber, la verdadera homogeneidad de la identidad española. España, al igual que otros Estados-nación, se conformó a luz de la identidad nacional, configurando una identidad basada en la homogeneidad –blanca y católica (Davies 2006, 106)- y permanentemente cerrada, hermética. Ya en la transición española, comenzó a redefinirse y cuestionarse esta identidad nacional y cultural. Esa redefinición que se inició en la transición, surgió como consecuencia de reivindicaciones de diferente cariz (nacionalista, sexual y étnico entre otros) que cuestionaban la validez de un concepto como el de identidad nacional española anclado en el Franquismo (Villar-Hernández 2002, 1).

No obstante, antes de adentrarnos en el debate de la identidad española, pasemos a analizar y comprender mejor lo que queremos decir cuando hablamos de identidad. Para ello, nos apoyaremos en las ideas de Amin Maalouf (2007) alrededor de ésta. Para Maalouf la identidad no es algo inmutable, cerrado sino que está continuamente expuesta a la transformación, a la permeabilidad:

“La identidad no se nos da de una vez por todas, sino que se va construyendo y transformando a lo largo de toda nuestra existencia […] los elementos de nuestra identidad que ya están en nosotros cuando nacemos no son muchos –algunas características físicas, el sexo, el color,.. Y además, ni siquiera entonces todo es innato” (Maalouf 2007, 31).

Según Maalouf, la identidad de una persona es tan compleja y única que no se puede reducir a la nacionalidad o la religión. La identidad que cada individuo vamos conformando es irremplazable, imposible de confundirse con ninguna otra. Con ello, Maalouf nos quiere decir que cada uno somos distintos de los demás, de este modo nos alienta a que cada uno/a de nosotros/as cultive su propia identidad:

“Se debería animar a todo ser humano a que asumiera su propia diversidad, a que entendiera su identidad como la suma de sus diversas pertenencias en vez de confundirla con una sola, erigida en pertenencia suprema y en instrumento de exclusión, a veces en instrumento de guerra. Especialmente en el caso de todas las personas cuya cultura de origen no coincide con la cultura de la sociedad en que viven, es necesario que puedan asumir, sin demasiados desgarros, esa doble pertenencia, que puedan mantener su apego a su cultura de origen, no sentirse obligados a disimularla como si fuera una enfermedad vergonzante, y abrirse a paralelo a la cultura de origen” (Maalouf 2007, 169).

Una vez conocida en más profundidad la idea de identidad, volvamos a retomar el debate del que antes hablábamos. Como decíamos con anterioridad, la inmigración ha supuesto en la sociedad española un cuestionamiento de lo que significa “ser español”. Con la presencia extranjera, la idea de nación –y por ende la identidad nacional- se torna inestable, al oponerse aquella a los discursos monoculturales occidentales que tradicionalmente han dominado (Davies 2006, 100). Esta situación se podría percibir como una magnifica oportunidad para cuestionarnos nuestra identidad, para enriquecernos a partir de la interacción con el “otro”. A este respecto nos dice Millán Agudo:

La inmigración y el multiculturalismo que ésta conlleva no se han convertido en el mayor problema de nuestras sociedades, como se insiste en denominar el fenómeno desde los foros de opinión, sino en uno de sus mayores potenciales de desarrollo humano gracias a la riqueza que supone el mestizaje y la convivencia de diferentes culturas, algo que debería conducir a una mayor tolerancia, solidaridad y cooperación entre los pueblos” (Millán Agudo 2002, 12).

Sin embargo, sucede todo lo contrario: los inmigrantes son percibidos como una amenaza, como una invasión; la solidaridad suele brillar por su ausencia y la tolerancia se encuentra guardada en un cajón, tornándose en intolerancia. Resultado: aquellos son víctimas de prácticas racistas y xenófobas por parte de la sociedad nativa. Se convierten en excluidos sociales. Mas, ¿porque se producen estas prácticas, que hay detrás de estos discursos y actitudes? Intentemos responder a esta cuestión.

Racismo y exclusión social

Para entender el racismo hoy día es necesario tener muy en cuenta la idea de nación. Ésta va ser el motor del racismo, la que alimente a éste. Para entender mejor el racismo, seguiré los planteamientos de Freddy Rivera (2004) sobre este particular.

Como antes veíamos, la nación no deja espacio para la heterogeneidad. Así, aquella es concebida como una realidad impertérrita, donde se enfatiza la existencia de un único modelo cultural. No gusta de contradicciones y su sentido es llegar a ser una supercomunidad homogénea, caracterizada por una identidad inmutable. De esta forma, los grupos poblacionales que se salen de ese único modelo cultural, aquellos que presentan identidades y realidades diferentes, son objeto de discriminación y exclusión, es decir, de prácticas racistas.

Estas prácticas, nos dice el autor, históricamente hacían referencia a la biología –a la inferioridad natural. Actualmente, se abandonan las referencias a la raza; el nuevo racismo se nos presenta de una forma más sutil, a saber, en términos de cultura.

“Las referencias a la raza y a la sangre son abandonadas y las antiguas prescripciones biologizantes de pureza racial se expresan ahora en términos de cultura a través de una discursividad que enfatiza el evitar el cruzamiento interétnico y la mezcla cultural, ya que parte de la irreductibilidad de las diferencias culturales” (Rivera 2004, 4-5).

De esta manera, se nos dice que hay que evitar la miscelánea cultural, el contacto interétnico. Para legitimar este discurso, los neo-racistas se valen del derecho a la diferencia y a la diversidad cultural como argumento para evitar la mezcla entre unos y otros –convierten este diferencialismo absoluto en una forma sutil de racismo. Desde este discurso, los inmigrantes son vistos como una amenaza capaz de disolver y desestabilizar la identidad cultural de un país. Este racismo, inevitablemente, trae consigo la exclusión social y la represión; el trato desigual hacia el otro, hacia el inmigrante.

Conclusión

La actual situación global, impregnada de desigualdades socioeconómicas entre el norte y el sur, propicia que los movimientos de población se encuentren a la orden del día. Estas migraciones son explicadas, normalmente, en términos simplistas, a saber, todo se reduce a la “fatal” situación del inmigrante. Sin embargo, es necesaria una visión más profunda para poder revelar toda la complejidad de las migraciones. Así, debemos fijarnos en ciertos aspectos que nos ayudan a comprender el fenómeno: necesidad de manos de obra, los desequilibrios sociales y económicos, las relaciones históricas y las redes sociales.

Durante las últimas décadas, la sociedad española, ayudada por esta situación global y su situación particular, ha sido objeto de una vertiginosa transformación socioeconómica. Esta metamorfosis ha ido acompañada de un cambio de papeles en la naturaleza de las migraciones. Así, hemos pasado de país pobre y emigrante -especialmente en la década de los 60- a un país rico e inmigrante- con un 9.3% de la población en categoría de inmigrado/a.

Esta situación, ha propiciado un cuestionamiento de la identidad nacional española, identidad que se ha conformado bajo unas condiciones de hermetismo e inmutabilidad. Sin embargo, la identidad nunca es fija sino cambiante, permeable y múltiple. La españolidad evoluciona constantemente con pautas de migración y movilidad que obligan a los españoles a nuevas posiciones de sujeto desde donde deben reconsiderar su situación (Davies 2006, 108).

El racismo, tan relacionado a la idea de nación, no ayuda en nada a esta reconsideración de la identidad española. Más aún, propicia situaciones de exclusión y marginación, dejando escapar la gran oportunidad de derribar las fronteras culturales, y de enriquecernos mutuamente, que tan separados nos tienen a unos y a otros.